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16 de septiembre de 1958
Audaz rescate de revolucionarios en el corazón de Camagüey
ENRIQUE ATIÉNZAR
RIVERO
CAMAGÜEY.— La acción
revolucionaria de aquel 16 de septiembre estremeció a la ciudad de
Camagüey. Un comando del Movimiento 26 de Julio había organizado
rescatar a varios compañeros presos cuando fueran conducidos desde
la cárcel, ubicada en la céntrica calle Francisquito, hasta la
Audiencia, donde debían celebrarles el juicio.
De izquierda a derecha: Juan Cervantes, al centro Sarduy, y a la derecha Coello; el primero acogió a los participantes en la acción después de realizada, el segundo, uno de los rescatados y el tercero uno de los integrantes del comando.
La idea de liberarlos en
el propio recinto carcelario era más riesgosa, hubo que desecharla,
decisión tomado por el líder del rescate, Noel Fernández, quien
en ocasiones había acompañado a ese lugar a la madre de Pedro
Léster Delgado, uno de los detenidos, simulando ser su primo.
Relatos de la época
indican que fue un mediodía caluroso, roto por un breve tiroteo, al
que se unieron después el estrépito de las sirenas de los autos
policiales, las férreas medidas de seguridad y los comentarios en
voz baja que corrieron por las semidesiertas calles.
Pedro Léster Delgado y
Alfredo Sarduy (El Zurdo) estaban en la cárcel desde la noche del
31 de diciembre de 1957, cuando fueron capturados en un encuentro
con fuerzas del régimen batistiano en el lugar conocido por Los
Coquitos, donde cayeron Domingo López Loyola y Rodolfo Ramírez
Esquivel.
Delgado, fallecido mucho
después del triunfo de la Revolución, dejó el testimonio de que
él y Sarduy eran las únicas personas que manejaban dentro del
penal la idea de asaltar el carro policial, por el riesgo de que
pudiera llegar a oídos de los represores.
Entonces hubo que
conseguir armas. Noel Fernández, como jefe de acción y sabotaje,
encaró la gestión hasta lograr conseguir seis pistolas calibre 45,
una para cada uno de los que iban a participar en el asalto (que
funcionó como un reloj). Eran ellos, además de Noel, Rolando
Marrero, Alfredo Acosta, Roberto Coello, Manuel López y Rafael
Ollet, estos dos últimos traicionaron posteriormente a la
Revolución.
La noticia de la partida
del vehículo, un viejo panel International Harvester, pintado de
azul oscuro, puso en guardia al comando, que para la operación se
valió de dos vehículos, uno de los cuales se le atravesó en la
esquina de Rosario y Francisquito al carro celular que llevaba a los
revolucionarios para la Audiencia.
En el intercambio de
disparos hubo bajas: murieron los dos custodios, Jorge Aguirre, uno
de los combatientes cayó con un tiro en la cabeza, y fueron heridos
Pedro Léster y Rolando Agüero.
En medio de la
confusión que se originó, uno de los vehículos del comando parte
con Noel y los rescatados, sin percatarse de que se les quedaba
Marrero, herido, quien pudo replegarse hacia unos vagones de
ferrocarril cercanos, y con su pistola encañonó a un chofer de
alquiler para que lo llevara hasta el Bar Cronos, en las
inmediaciones del actual hospital provincial Manuel Ascunce
Domenech.
Una parte de los
asaltantes se bajó en San Esteban y Verges, mientras los rescatados
llegaron al establecimiento gastronómico propiedad de Juanito
Cervantes, identificado con la causa revolucionaria, dueño también
de una pequeña fábrica de muebles en esos predios.
Cervantes narra hoy que
en esa ocasión Noel Fernández llegó hasta donde estaba él y le
dijo: Tengo que irme, ocúpate de esta situación. Al primero que
había visto fue a Marrero, quien apareció tinto en sangre, según
sus palabras, en un momento complejo. Miró las lesiones en la
espalda y se dirigió a un centro de trabajo cercano en busca de
ropa para cambiar a los heridos y trasladarlos hacia dos lugares
seguros: el almacén de muebles de Orbay y Cerrato y la carpintería
de Reyes, no muy lejos de allí.
Juanito vio acercarse un
yipi descapotado con militares, y antes de que se bajaran salió a
su encuentro pensando de que si querían consumir en el bar, la
táctica era decirles que estaba cerrado; pero no era ese el motivo,
y aprovechó para preguntarles a los guardias qué pasaba, y uno de
ellos le informó lo acontecido, mientras otro desde el asiento
trasero conminaba a seguir la marcha.
Antes de la última
visita de la mamá de Pedro Léster Delgado a la cárcel, Noel
Fernández le encargó a ella le transmitiera a su hijo el siguiente
mensaje: "La gallina está echada", clave con la cual se
le avisaba que el comando estaba listo para realizar la acción,
catalogada después como la más importante de la lucha clandestina
en Camagüey no solo por los resultados, sino también por la
repercusión que tuvo en la población, pues se desarrolló a solo
dos cuadras del centro penitenciario y a cuatro de la principal
unidad de la Policía.
Ninguno de los
rescatados ni los que integraron el comando pudieron ser apresados,
a pesar de la represión. Noel Fernández, el artífice de este
gesto de valor, cayó mortalmente herido un mes después, a los 22
años de edad, cuando trataba de realizar un sabotaje en la planta
eléctrica de Camagüey.
El carro de la policía
permanece como una reliquia, conservado en el patio de la actual
Empresa Constructora de Obras de Ingeniería número 15, en la calle
Francisquito, edificio donde radicó la cárcel de Camagüey, cuyas
paredes son testigos de la heroicidad y fortaleza de principios de
los jóvenes del Movimiento 26 de Julio. |