Crítica oficial cinematográfica

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

¿Sabían ustedes que en Cuba existe una crítica oficial cinematográfica?

Me enteré leyendo un escrito difundido por EFE desde La Habana (firmado por Mar Marín) en el que al referirse al filme de Fernando Pérez, Suite Habana, expresa: "La película, sorprendentemente, ha tenido una extraordinaria acogida entre los críticos oficiales cubanos".

A juzgar por el término, habría que entender el concepto de "crítico oficial" como el de un pobre diablo al que ni siquiera le haría falta acudir al cine porque una maquinaria pensante sería la encargada de dictarle lo que tiene que decir. De esta manera, el crítico, su personalidad, su ética libre de presiones o amiguismos, pasaría a convertirse en un estafador de espectadores.

Mis compañeros que ejercen la crítica en los diferentes medios, y yo mismo, seríamos una pandilla de tramposos prestos a juzgar no por la calidad artística de un filme, sino por lo que alguien pudiera acuñar como "políticamente correcto".

No conozco a quien firma el despacho, pero evidentemente está lejos de conocer la realidad cultural cubana y los profundos debates críticos que en ella tienen lugar desde hace muchísimo tiempo y en las más diversas ramas de la creación.

¿O es que acaso puede pensarse que la obra cultural que se lleva a cabo en el país, dentro de un complejo proceso social, puede realizarse prescindiendo de los múltiples enfoques honestos de sus creadores y de la lógica respuesta crítica de los que ejercemos esta función? Ambos, creadores y críticos, sin responder a "pautas directrices", como pretenden en su voceo algunos agitadores de viejos modelos propagandísticos.

Pero de algo hay que vivir, comprendámoslo: Cuando películas cubanas que abordan diversas problemáticas de nuestra sociedad no logran cristalizar artísticamente sus intenciones y son criticadas, entonces se habla de la carga que contra ellas emprende la denominada "crítica oficial". Cuando otros filmes de similares intenciones sí dan en el blanco y se convierten en formidables entregas, o en sugerentes propuestas para ser analizadas dentro de una variedad de matices (Fresa y chocolate, Madagascar, Lista de espera, Nada, Video de familia, Suite Habana y otras más —venir y revisar archivos—), entonces se calla el asunto, o hay "asombro" de lo bien que fueron recibidas por "la crítica oficial".

Una incoherencia que hace pensar que lo importante es bailar, trompo o yoyo, da lo mismo, pero bailar.

Si una manifestación artística goza en Cuba de una crítica fuerte y a calzón quitao, esa es la cinematográfica. A veces tan fuerte que en los últimos tiempos ha motivado no pocos entrecruces de espadas entre realizadores y críticos sin que ninguna oficialidad reinante juegue ni siquiera el papel de árbitro. Los que no sepan estos detalles deben revisar las páginas culturales de nuestras publicaciones, o asistir a los debates a sangre y fuego que se celebran en diversos talleres provinciales, o aparecerse en una de las reuniones de la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica.

Pero si van y se les ocurre hablar de "crítica oficial", vayan preparados entonces para seguir haciendo el ridículo.

 

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