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             Un salto cercano a
            los cuatro metros 
            VENTURA DE JESÚS 
            MATANZAS.—Al conseguir
            la concentración precisa, y en medio de un silencio conspirativo
            del público capitalino congregado en la instalación universitaria,
            Durañona embiste la varilla situada a un centímetro más de los
            dos metros de altura y... 
             Momento histórico para el atletismo cubano 
            hace 35 años. 
            El cuerpo se eleva y con
            la cabeza y su pierna derecha realiza el esfuerzo postrer en el
            momento conveniente. Logra que su anatomía no roce siquiera la
            varilla. El estadio se viene abajo. 
            Ese día de diciembre
            del año 1968, durante el Festival X Aniversario, Miguel Durañona
            (Tutén) se convirtió en el primer cubano en batir la entonces
            formidable barrera de los dos metros en el salto de altura. 
            Cuco, un amigo del
            barrio que compartió con él hasta el inocente juego de las bolas
            en las calles de Pueblo Nuevo, asegura que Tutén fue desde muy
            joven un chico con pujanza para llegar lejos. "Daba unos brincos que
            a todos nos asustaba", recuerda este incondicional compinche que ya
            se acerca a los 60 años de edad y continúa, a pesar del tiempo,
            vanagloriándose: "Lo que pasó después ya se conoce, pero fue él
            quien primero sobrepasó la barrera de los dos metros, un anhelo de
            los saltadores cubanos de la época". 
            Treinta y cinco años
            después y con la fama ya algo extraviada, Tutén recuerda con
            nostalgia: "Nunca olvidaré aquella jornada en el Juan Abrantes.
            Luego tuve otro gran momento durante los Juegos Centroamericanos y
            del Caribe en Panamá'70, cuando pasé el listón situado a 2,06 de
            altura, pero la primera vez que me fui por encima de los dos metros
            en una competencia oficial es una fecha inolvidable". 
            Este ex atleta de
            condición afable y de expresión modesta, concurre con frecuencia a
            la pista del Ateneo Aurelio Janet en la ciudad yumurina. Los motivos
            son también ahora muy justificados. Confiesa a sus amigos que lo
            hace para desinflar de grasa un cuerpo que es apenas la sombra de lo
            que fuera en la década de los setenta. "A menudo corro varias
            pistas para la salud", dice el, mientras algunos juzgan que ni
            siquiera el mismísimo Sotomayor oscurece la gloria de Tutén. 
            Se seca con el dorso de
            su mano derecha el poco sudor que desliza por su frente y sus ojos
            buscan en el otro extremo de la pista la silueta delgada de un niño
            de 14 años de edad (Jordán), que procura reiteradamente sobrepasar
            la varilla a la altura de un metro y 86 centímetros. 
            —¿Y
            qué, contento con el relevo?, pregunta un observador. 
            "Aunque
            todavía adolece de algunas deficiencias técnicas, es muy joven y
            laborioso. Si se materializa su ambición y le pone el alma a los
            entrenamientos puede llegar a saltar mucho más que su padre. Tiene
            la oportunidad de reforzar la huella familiar." 
            Y suelta sonriente y con
            indudable orgullo. "Por ahora, si unimos los récords de ambos, nos
            acercamos a los cuatro metros".  |