Histeria antiterrorista en EE.UU.

Instalan sensores radiactivos, químicos y biológicos

WASHINGTON, 3 de junio.— Ampliando la histeria antiterrorista en el país y mediante grandes inversiones en un costoso sistema de tecnología avanzada de monitoreo, fueron instalados en la capital del imperio los primeros sensores para detectar en el aire vestigios de radiactividad, sustancias químicas y biológicas, reporta Prensa Latina.

Al mismo tiempo, las autoridades dan a conocer un informe de la CIA según el cual la red Al Qaeda puede lanzar nuevos ataques químicos, biológicos e incluso nucleares, lo que en algunos círculos se considera como un intento de aumentar la histeria antiterrorista para favorecer la actual política de la Casa Blanca.

El diario The Washington Post informa que media docena de torres de aluminio, de unos nueve metros de alto, fueron erigidas en techos de edificios gubernamentales en el centro de Washington, así como en los suburbios de Arlington y Silver Spring.

Durante el cálido verano neoyorquino está previsto liberar gases benignos en Manhattan para poner a prueba los detectores, afirmó el Daily News.

Estos primeros sensores ultrasónicos fueron colocados cerca de sitios que los cuerpos de seguridad norteamericanos consideran estratégicos como el Capitolio, la Casa Blanca, el Pentágono, el Zoológico Nacional, el centro comercial y puntos clave en la red de viales de la ciudad.

Esta inicial fase piloto en la implementación del plan de advertencia, denominado DCNet, se realizó a un costo de tres millones de dólares y se requerirán otros 10 millones para levantar unas 175 de esas torres en el área de Washington-Baltimore.

Con el objetivo de detectar en el viento vestigios de armas de destrucción masiva, los sensores toman muestras del aire 10 veces por segundo, y esta información se envía a una red de centros que puede tener los resultados disponibles cada 15 minutos, para ser enviados a los responsables de los planes de emergencia.

Participan en ese análisis el Laboratorio Nacional Livermore, del Departamento de Energía; el Servicio Nacional de Meteorología, así como una treintena de investigadores gubernamentales y de varias universidades.

 

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