Copland entre la sospecha y la virtud

PEDRO DE LA HOZ

Pocos días antes de que el director Bernard Rubinstein y la pianista Ursula Oppens nos entregaran, el último domingo junto a la Orquesta Sinfónica Nacional, los más vistosos relieves de la personalidad musical de Aaron Copland, se hacía público en Estados Unidos el expediente que el Buró Federal de Investigaciones (FBI) siguió contra el célebre compositor norteamericano a lo largo de los años 50 bajo la sospecha de simpatizar con el comunismo.

Ahora, en medio de los aires neomacarthystas que soplan en la sociedad norteamericana, estos dos músicos comunicaron de manera generosa parte del legado de Copland a un público que forma parte de un conglomerado humano dispuesto a enarbolar los más altos valores éticos por encima del terror.

Foto: JOSÉ M. CORREARubinstein al frente 
de la Sinfónica Nacional. 

Entre la cultura norteamericana y la cubana deben y pueden promoverse auténticos y fecundos vasos comunicantes. La jornada dominical fue una prueba.

De Copland, el director ofreció la suite del ballet Billy the Kid, partitura que recrea la atmósfera western a partir de la historia del mítico pistolero. Luego, con la Oppens, se internó en el trepidante Concierto para piano y orquesta (1929) en el que la pianista hizo gala de su bien ganada fama como intérprete de la música del siglo XX.

La exuberante orquestación, las complejas transiciones dinámicas y el tejido armónico intrincado y desafiante de estas obras de Copland salieron adelante gracias a la identidad entre Rubinstein, la Oppens y la OSN.

El otro compositor norteamericano celebrado en la jornada fue George Gershwin. La brillantez de la ejecución de Obertura cubana hizo a este cronista olvidar lo que siempre le ha parecido inconsistente en esta obra: la visión epidérmica, casi turística, con que el notable pianista y compositor se aproximó, con entusiasmo diríase pueril, a la esencia musical de la Isla. Al abordar la suite de la ópera Porgy and Bess, Rubinstein confirmó lo que nos venía enseñando desde el comienzo: un temperamento singular, una visión integral de la orquesta como instrumento colectivo y una comunión espiritual con la música de su país.

 

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