Imágenes para la conciencia del
mundo
FÉLIX LÓPEZ
No se consigue fácil
replegar a los cubanos. No lo puede la lluvia, sea de agua o de
plomo, cuando de salir a defender la Revolución se trata. Pero ese
es solo un concepto irrenunciable. Este Primero de Mayo acaba de
demostrar que la realidad, además de más rica y expresiva, alcanza
en esta Isla insospechados horizontes, y sus anchas Plazas quedan
chicas, para acoger a un pueblo cada vez más GRANDE, de corazón y
conciencia.
No puede amedrentarse a
una nación con un líder de la estatura de Fidel. Ese Comandante,
que acompañado de irreductibles patriotas y hasta de un sol que
horas antes parecía imposible, subió a la tribuna y no vaciló en
expresar: "Un día como hoy, fecha gloriosa de los trabajadores, que
conmemora la muerte de los cinco mártires de Chicago, declaro, en
nombre del millón de cubanos aquí reunidos, que haremos frente a
todas las amenazas, no cederemos ante presión alguna, y estamos
dispuestos a defender la Patria y la Revolución, con las ideas y
las armas, hasta la última gota de sangre".
Y tras una magistral
clase de valor, ética, tácticas y estrategias revolucionarias,
Fidel envió un sincero mensaje al pueblo de Estados Unidos: "No
deseamos que la sangre de cubanos y norteamericanos sea derramada en
una guerra; no deseamos que un incalculable número de vidas de
personas que pueden ser amistosas se pierdan en una contienda. Pero
jamás un pueblo tuvo cosas tan sagradas que defender ni
convicciones tan profundas por las cuales luchar, de tal modo que
prefiere desaparecer de la faz de la Tierra antes que renunciar a la
obra noble y generosa por la cual muchas generaciones de cubanos han
pagado el elevado costo de muchas vidas de sus mejores hijos".
"Nos
acompaña, sentenció Fidel, la convicción más profunda de que las
ideas pueden más que las armas por sofisticadas y poderosas que
estas sean". Poco antes, en simbólico gesto, el Comandante en Jefe
demostró que en Cuba no caería ni una sola bandera al suelo.
Recogió la que el aire había levantado de su podio, y prosiguió
la batalla.
En la hora de peligro
que vive la Patria, los cubanos sentimos crecer hacia nosotros la
vocación solidaria y humanista. De imponerse al imperio neofascista
el riesgo mayor es para el mundo, el hombre, el futuro, la verdad...
La tiranía mediática global les ha cerrado el paso a los que se
oponen resueltamente, pero Cuba —consciente del papel que le ha
tocado en la historia— abrió esta Tribuna Internacional que
reunió solo en la capital a más de un millón de cubanos.
Las imágenes son
convincentes... La gente, mojada, apretada y soñolienta, agita un
mar de banderitas y deja entrever, a primera vista, que lo que
conduce y arrastra al hombre no son las máquinas de matar sino las
ideas.
Los mensajes y símbolos
están en todas partes: tras la dirección histórica de la
Revolución no se sitúa un ejército de hombres armados, sino 30
000 jóvenes que saben perfectamente lo que se juegan hoy, aquí y
en esta hora. En cada límite de la concentración una valla
advierte un concepto crucial: "Ha llegado la hora de que la
humanidad comience a escribir su propia historia". "Un mundo mejor
es posible". Y junto a los rostros de los Cinco Héroes: "Tenemos la
fuerza invencible de la Revolución".
Hasta el día de hoy, lo
dicen los archivos y los libros, ningún cañonazo ha conseguido
abatir una idea. Habría que ver qué hace un batallón de infantes
de marina ante el discurso de un intelectual pacífico y humanista,
pero irreductible patriota como Miguel Barnet. Y es que este hombre
no se imagina a La Habana ardiendo como Bagdad, o nuestro patrimonio
saqueado. Calumniar a Cuba, dice con dolor, es un acto de
irresponsabilidad.
Pero Barnet, como todos
los patriotas cubanos, esperaba el despertar de quienes nunca
abandonaron nuestro barco. La carta A los amigos que están lejos
no demoró en traer de vuelta reconfortantes respuestas. Y el
prestigioso sociólogo mexicano Pablo González Casanova nunca antes
se sintió tan feliz de ser el portador del mensaje en apoyo a la
justa causa de la Revolución cubana. Reconocidos intelectuales
amigos se desprenden de sus firmas y llaman desde su autoridad A
la conciencia del mundo en defensa de Cuba.
Heinz Dieterich,
sociólogo y ensayista alemán, trata de explicar en castellano lo
que ha podido descifrar en el contexto de la agresión a Iraq: del
fanatismo a la barbarie solo media un paso. En la multitud se alza
entonces una tela que advierte: "Comunistas portugueses en
solidaridad con Cuba". Y otra: "Libertà por i cinque", agitado por
los grupos de solidaridad de Italia. Antonio Ares, un sindicalista
español, se lamenta de los cuatro gatos que reunió Aznar en la
Puerta del Sol para condenar a la Isla y le recuerda, desde la
Puerta de la Dignidad, que no dé lecciones, porque el pueblo
español, más temprano que tarde, le pasará factura por su
política de entreguismo al poder del imperio y su deuda social con
los trabajadores.
Mientras decenas de
cámaras de televisión panean a uno y otro lados, Claudia Camba, la
entrañable amiga argentina que hizo suyas las batallas por la
libertad de Elián primero, y de los Cinco Héroes después, aclara
que trae el mensaje de los hombres y mujeres que no salen en CNN, la
televisión española o los demás grandes medios que hoy niegan la
palabra a los familiares de Gerardo, Antonio, Ramón, Fernando y
René, pero les dan sus micrófonos a los mercenarios a sueldo de
los Estados Unidos... La pequeña Ivette, hija de René, sabe que
esa mujer habla de su padre y sus tíos, y trata de llenar sus
grandes ojos azules con un millón de voces que corean "¡Volverán!".
En la lengua de Witman,
el reverendo Lucius Walker, transmite la solidaridad y el amor que
no caben en esta pequeña Isla. Y asegura, con toda la autoridad que
le conceden años de andar por toda la Isla en sus misiones de
Pastores por la Paz, que nuestro país es líder en materia de
derechos humanos y defensa del hombre. Como pastor, dijo, pido al
Gobierno de Estados Unidos que deje de endilgar a Cuba como país
terrorista, cuando en realidad es él quien acoge a los terroristas
anticubanos de Miami.
En la multitud,
compartiendo el destino de Cuba, decenas de norteamericanos aclaman
a Fidel y muestran una de las telas que han presidido
manifestaciones de miles de estadounidenses en Washington y San
Francisco: "STOP-US-AGGRESSIONS-AGAINST-CUBAN"... Ese movimiento,
sin dudas, comienza a hacer realidad el profético juego de palabras
de Abraham Lincoln: "Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo.
Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a
todo el mundo todo el tiempo".
Voces latinoamericanas,
esas que no nacen del lacayismo de sus gobiernos, sino del dolor, el
desempleo y la miseria que corren de un extremo a otro del
continente, llegaron a la Plaza de la mano de Fernando Sosa Tais, un
estudiante uruguayo de la Escuela Internacional de Deporte que
sugirió a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, preguntar
cómo viven 15 000 jóvenes de América Latina en esta Isla, que les
ha cumplido el sueño de obtener un título universitario.
Juan Silveira,
sindicalista uruguayo, pudo denunciar aquí lo que ha sido vetado a
sus compatriotas: "Nuestro Gobierno vendió su alma al satánico de
Bush y sacrificó la integridad nacional a cambio de promesas,
mientras hay niños que comen pasto, la salud y la educación son un
caos, y más de 70 000 uruguayos, la mayoría profesionales, emigran
por año".
Había dolor en las
palabras de William Jiménez, dirigente del Sindicato de
Trabajadores Universitarios de Costa Rica, porque su Gobierno "sin
contar con el pueblo e ignorando una centenaria política exterior
de no intervención" formó parte de la infausta lista en apoyo a la
guerra en Iraq, y luego copatrocinó la condena a Cuba en Ginebra. Y
ustedes, aclaró, no han hecho más que servir de esperanza a
nuestros pueblos.
La guerra contra el
pueblo de Iraq, recibió el repudio de todos los oradores. Para Juan
José Gorrite, secretario general de la Confederación General de
Trabajadores de Perú, esa actitud es todavía la expresión de un
sentimiento antimperialista, pero corresponde a los trabajadores
convertirla en una lucha de conciencia. Ojalá que este Primero de
Mayo, con el ejemplo que nos están dando los cubanos, sirva para
moldear el espíritu y la conciencia revolucionaria de los pueblos.
Cuba, ante el lente
siempre suspicaz de quienes fabrican la noticia, volvió a ser
público su "arsenal" en la trinchera de la Plaza: la poesía frente
a la barbarie, un horizonte desbordado de amigos que eclipsa a los
flacos de memoria, ideas que paran misiles, reflexiones en respuesta
a las amenazas, unidad como antídoto al peligro, serenidad para
frenar la locura, humanismo en contra del nazifascismo, la historia
como vacuna de la amnesia, su Revolución cara a cara con la
desesperanza, millones de banderas agitadas sobre la traición,
imágenes que no resisten el silencio, Fidel frente a los que
quieren apagar el sol y extinguir al hombre.
Las ideas, está probado
aquí hace 44 años, paran ejércitos, ambiciones de expansión y
sueños mercenarios.
Si lo que se necesitaba
era una respuesta de Cuba y sus amigos, ya la han tenido en grande.
Un Primero de Mayo que se estará recordando por mucho tiempo. Que
comenzó mojado, pero con dos frases iniciales en las que Pedro
Ross, el secretario general de la CTC, recordaba al mundo lo que nos
queda para rato: "¡Qué clase de pueblo tenemos! ¡Qué clase de
Comandante en Jefe tiene el pueblo de Cuba!".
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