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Investidura de un patriarca
Reconocen a Juan
Blanco entre los diez fundadores de la música electroacústica en
el mundo
Pedro
de la Hoz
No
por tardía vale menos una noticia que se ha filtrado a cuentagotas —la
Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) la hizo llegar a la
Isla—, a partir de las sesiones que este otoño europeo sostuvo la
Confederación Internacional de Música Electrónica (CIME) de la
UNESCO y que marcó en su agenda un reconocimiento histórico a los
que, a lo largo del siglo XX, levantaron los cimientos de una de las
más significativas revoluciones en el campo de la creación sonora:
la música electroacústica.
Sucede
que, para orgullo de nuestro país, en la selecta lista de
creadores, a quienes les fue adjudicada la condición de Miembro de
Honor de la CIME, aparece Juan Blanco (Mariel, 1919), merecedor
también en días pasados del Premio Nacional de la Música.
Su inserción en la
exigente selección tiene sólidos y profundos fundamentos, desde su
vocación de adelantado al crear en 1961 Música para danza —ningún
compositor poseía, a principios de los 60, la más mínima idea de
lo que era crear sonido a partir de los jurásicos recursos
electrónicos de la época— hasta el patriarcado tutelar que
bienhechoramente ha venido ejerciendo en el Laboratorio Nacional de
Música Electroacústica y en los festivales internacionales
Primavera de La Habana, que comenzaron dos décadas atrás en
Varadero.
La presencia de Juan en
el grupo de fundadores lo instala en la saga de una historia única
que tuvo en el ruso León Theremin (1896-1993) una anticipación
luminosa al inventar el instrumento electrónico que lleva su
nombre; y en la iniciativa de los franceses Pierre Schaeffer
(1910-1965) y su colaborador Pierre Henry (1927), después de la
Segunda Guerra Mundial, un jalón determinante.
A esa increíble
aventura contribuyeron el alemán Gottfried Koenig (1926), máximo
promotor del estudio de la WDR en Colonia, por el que pasaron
Stockhausen, Kagel y otros bajo su manto protector; los
norteamericanos Vladimir Ussachevsky (1911-1990) y Otto Luening
(1900-1996), que grabaron sus primeras cintas magnetofónicas en el
Columbia Princenton Music Center hacia 1951; y su compatriota Max
Matthews (1922), el primero en concebir la música por computadora
en 1957 con una IBM 704 en Nueva York.
Otro norteamericano
también figura en la lista fundacional, el renovador John Cage
(1912-1992), al igual que el franco-rumano Iannis Xenakis (1922),
quien ya en 1951, en su obra Imaginary Landscapes no. 4
utilizaba 12 radioemisores.
La hazaña de Blanco
reviste aún un mérito mayor tratándose del único compositor de
los diez, que ha asumido la creación electroacústica en un país
del llamado Tercer Mundo. |