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![]() Los chicos malos de Bretton Woods MARIO JORGE MUÑOZ LOZANO
La receta no es nueva, se viene repitiendo desde hace varios años durante las dos últimas décadas, sobre todo con naciones latinoamericanas. Ecuador, Nicaragua, Panamá, El Salvador, Chile han sido otras de las tantas víctimas de las "recomendaciones" de los llamados organismos internacionales, que muy poco tienen de internacionales porque siempre respondieron a los designios de las principales potencias. El nacimiento de tales maquinarias de chantaje y extorsión —el Banco Mundial (BM), el FMI y el Acuerdo General de Tarifas y Comercio (GATT), que a mediados de los años 90 se transformó en la Organización Mundial del Comercio (OMC)— devino de los acuerdos desprendidos de la reunión de Bretton Woods, New Hampshire, EE.UU., en 1944. La inminente victoria militar de la Unión Soviética y los aliados frente a la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, motivó esta conferencia monetaria y financiera —EE.UU. presionó mucho para su realización— en la que se establecerían las reglas de juego del orden económico internacional que sobrevendría con la postguerra y se crearían las instituciones encargadas de asegurar su cumplimiento. Señalan expertos que entonces los análisis se centraron en la identificación de instrumentos y mecanismos que establecieran el predominio del libre comercio, la eliminación de todo vestigio de proteccionismo, la ayuda financiera a países agobiados por problemas de corto plazo y la aprobación de medidas que facilitaran la reconstrucción y el desarrollo de las economías de las naciones devastadas por la guerra. De esos acuerdos se desprendió la constitución del BM, en 1945, el FMI, un año después, y el GATT, en 1947. ENCUENTRO DE "AMIGOS" Bretton Woods sirvió, sobre todo, para lanzar a Estados Unidos como nuevo líder de la economía mundial —su territorio no sufrió los embates de la contienda bélica—, ante el Reino Unido, Francia y Bélgica, viejas potencias colonialistas en decadencia y desgastadas por los esfuerzos de la guerra. La Casa Blanca lo tenía todo cocinado. Junto a los debilitados adversarios europeos y los representantes del histórico traspatio latinoamericano de Washington, en el encuentro participaba la solitaria y joven Unión Soviética que no podía ser obviada por su predominio en la batalla contra Berlín que aún se libraba. No obstante, EE.UU. y los aliados estaban conscientes de la poca duración de la luna de miel con Moscú, como demostraron luego con su política de Guerra Fría. En Bretton Woods norteamericanos e ingleses se enfrentaron por el dominio de la hegemonía mundial, perdida entonces por Londres con una secuela de dos guerras mundiales y la depresión de los años 30. Gran Bretaña trató de evitar el derrumbe de su antiguo imperio. Pero el predominio de Washington era evidente. Más de medio siglo después de Bretton Woods y a pesar de la actual depresión, Estados Unidos continúa de jefe y guardián de la economía mundial, con sus instrumentos —léase BM y FMI— imponiendo, condicionando, disciplinando y legalizando la conducta o la sobrevivencia de numerosos países. LEJOS DE LOS ORÍGENES Estaba claro, el Banco Mundial había sido creado para promover el desarrollo económico y, en especial, para ayudar a reconstruir la economía de las naciones arrasadas por la guerra. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional debía contribuir a la estabilización de los países afectados por crisis financieras de las más diversas índoles. Sin embargo, las criaturas fueron alejándose de sus orígenes con los años. Poco a poco fueron siendo acondicionadas para servir a los intereses del nuevo imperio. Y la fiesta neoliberal de las últimas décadas hizo que tanto el BM como el FMI olvidaran las funciones para lo que fueron creados. El primero se dedicó a promover privatizaciones, apertura comercial y las reformas del estado. El segundo, por otro lado, lejos de ayudar a las naciones afectadas, comenzó a re-presentar los intereses de los acreedores de la deuda externa de los países del llamado Tercer Mundo, vigilando las políticas económicas en los países endeudados. Los dos organismos pusieron de moda los condicionamientos que deben acatar los países pobres para tener acceso a créditos y fondos. Un artículo reciente del diario británico The Observer, señala que el FMI impuso 167 condicionantes al gobierno de Ecuador antes de otorgar un préstamo de 1 500 millones de dólares, lo que provocó un alza en los precios de los insumos básicos de la población y eliminó 120 000 puestos de trabajo. En Tanzania, el BM y el FMI establecieron 159 exigencias al gobierno, que las tuvo que aceptar en secreto porque o las firmaba o se enfrentaba a las graves consecuencias para su economía y gobierno. La crisis de la deuda y la recesión acrecentaron el papel de gendarme económico de ambas instituciones, fundamentalmente en América Latina y en África. Sus "recomendaciones", sin embargo, son totalmente desestimadas por los gobiernos de las potencias desarrolladas que en no pocas ocasiones han visto en aprietos sus déficit fiscales. La situación actual del Tercer Mundo demuestra que de nada han valido las recetas neoliberales promovidas por el BM y el FMI. Los resultados están ahí: la lista de calamidades es extensa. Más de 200 millones de niños menores de cinco años desnutridos, 800 millones de personas pasan hambre. El planeta agoniza. Mientras, los tres principales multimillonarios del planeta tienen un patrimonio superior al Producto Interno Bruto (PIB) combinado de los 600 millones de seres humanos que pueblan los países más atrasados del mundo. La respuesta la pueden dar también los argentinos, cuyos gobiernos fueron de los más aplicados discípulos del FMI, fórmulas que solo sirvieron para empeorar la crisis y socavar con su autoritarismo la vida social del país. ¿Para qué sirven entonces tales organismos? Está claro, los hijos de Bretton Woods tienen la misión de convertir al neoliberalismo en el sentido común no ya de una época, sino de toda la humanidad y para persuadir a los pueblos de que el capitalismo no es otra cosa que la feliz culminación de la historia humana. |
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