Nacionales
Internacionales
Culturales
Deportivas
12/03/2002
Portada de hoy

Crónica de un espectador

La sonrisa de Amélie

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

A no dudarlo, en la sonrisa de la protagonista de Amélie se encuentra todo un tratado estético de lo que se propuso su director, Jean-Pierre Jeunet.

Esta es otra película acerca de la felicidad vista desde la óptica ingenua de la intérprete, una ingenuidad bella, gratificadora, que por desgracia la humanidad parece ir perdiendo a medida que la vida amenaza con convertirse, cada vez más, en un cálculo de sobrevivientes.

Antes de ver Amélie en la noche del sábado, en lo que fue la inauguración del Décimo Festival de Cine Francés en Cuba y teniendo algunas referencias acerca de lo que trataba el filme, no podía apartar de la mente el reciente encuentro con la aplaudida Chocolate, del sueco Lasse Hallstrom. Allí Juliette Binoche era una suerte de hada bienhechora capaz de acercar la felicidad a los personajes de su entorno mediante la magia.

¿Se le parecería la propuesta de Jeunet?

Muy poco. Porque si bien ambos filmes pisan terrenos éticos parecidos (un dulce lanzazo contra la más variada gama de la injusticia cotidiana y la indiferencia ante el prójimo mediante un individualismo atroz) los carriles estéticos distan de la noche a la mañana.

Los primeros cuarenta minutos de Amélie son de una imaginación y ritmo gratamente desconcertantes. Tanto en la chispa asociativa de lo que se viene contando como en la fotografía, que combina tomas panorámicas con abundantes primeros planos, reelaborando en su integralidad nada escondidas influencias del videoclip.

Ese transcurrir vertiginoso, largo preámbulo de lo que será el carácter de la trama a la que asistiremos, pudiera hacer parecer que luego la historia decae, pero no es más que el lógico engranaje de los tiempos en cualquier relato fílmico de dos horas, incapaz de verse al ritmo de un spot publicitario. (Bastaría con recordar la recién admirada y transgresora Moulin Rouge para reconfirmar esta vieja, aunque todavía vigente, por indispensable, teoría de los ritmos).

Vencida esa primera prueba en que los realizadores enganchan al espectador cual pez seducido por un anzuelo de oro, llega lo que sin duda es la parte más difícil de la realización: Insuflar de originalidad una historia donde de antemano se sabe que la niña Amélie, con una infancia difícil a causa de unos padres inclasificables, la Amélie ya muchacha, descubre que lo único que puede darle sabor a su vida incolora es trabajar en aras de otorgarle felicidad a la gente que conoce.

Muchas películas hay sobre asaltos a un banco, pero ya a esta altura del cine lo importante es ver cómo se las arregla el director para contar algo nuevo y diferente.

Aunque a simple vista el ejemplo pueda parecer tomado "por los pelos", ese mismo reto es el que se imponen los realizadores de Amélie. Un complejo e ingenioso camino hacia el final de una metáfora donde hacen coincidir elementos del melodrama (válidos e injustamente criticados por puritanos de una vanguardia indefinida), del cine cómico, el surrealismo, el suspenso y del género detectivesco, incluyendo persecuciones.

Y ello sin distraer de la mira la máxima que impulsa este filme: Todo lo que usted necesita es amor.

Eso es lo que nos sugiere Amélie y su fina protagonista, Audrey Tautou.

Ella y su dulce sonrisa.

12/03/2002

Subirtop.gif (129 bytes)

Portada de hoy