ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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No pocas veces falta claridad sobre lo que el concepto de geopolítica encierra. Foto: imagen tomada de el Ojo Digital

Incentivado por la «guerra en Ucrania» provocada por EE. UU. y el autodenominado Occidente; también, más recientemente, desde la pasada Cumbre de los Brics, en Sudáfrica, con su ampliación hasta 11 países de importancia en el contexto global, y en el marco, además, de las cumbres –realizadas sin  penas ni glorias– del G-7 y del G-20, el tema de la geopolítica tomó fuerza en las conversaciones cotidianas; tanto en las publicaciones académicas como fuera de estas, incluyendo la prensa oral y escrita.

La mayoría de las veces se ha hablado de la geopolítica sin designarla como tal, en particular en lo relacionado con la globalización, la desglobalización o su regionalización (intentos de dividir el mundo en compartimientos estancos, y también su imposibilidad) y hasta por el peligro de la ocurrencia, bien de una hecatombe, o bien de un nuevo orden global que, más tarde o más temprano, supondría un nuevo orden financiero con una más o menos acelerada desdolarización, y el surgimiento de un nuevo orden monetario internacional, todo acompañado por cada vez más acelerados cambios en la gobernanza global.

Pero, aunque de todo lo anterior y más trata la geopolítica, sigue sin haber consenso. No pocas veces falta claridad sobre lo que el concepto encierra, aunque todos hablemos y escribamos en términos «geopolíticos», suponiendo que todos nos referimos a lo mismo.

La revisión de la bibliografía al respecto muestra que el término aparece en la academia vinculado al nombre de John Mackinder, que, a principios del siglo XX, en una conferencia en la Real Sociedad Geográfica de Londres, con el título El pivote geográfico de la historia, dio por hecha la vinculación de la geografía con la política mundial, y a Eurasia como su centro político, al denominarlo Heartland (tierra corazón).

En la conferencia, y en el artículo posterior en que la resumió, Mackinder expuso sus ideas sobre la importancia de la geografía y de la ubicación geográfica en la política mundial, para concluir que Eurasia era el corazón geopolítico del mundo, y que quien controlara esta área tendría una ventaja estratégica significativa sobre el resto. Dicho con otras palabras, la teoría del Heartland define un territorio clave que, dominado por un país, lo hace la potencia más poderosa del mundo.

Hitler convirtió la idea de la «tierra corazón» en la del «espacio vital» necesario para hacer realidad su idea de expandir el dominio alemán hacia el centro y el este de Europa.

Ya después de la Segunda Guerra Mundial, el autodenominado Occidente –o más bien la corporatocracia– sustituyó las percepciones geoespaciales por los valores del liberalismo y la democracia liberal de la llamada «economía de mercado» y la «democracia representativa», que debían ser impuestos por un solo país, «elegido por Dios», apoyado por otros que, como hiciera explícito el Alto Representante para Asuntos Exteriores y Seguridad de la Unión Europea, inspirado en los teóricos estadounidenses, se reconocen como un jardín rodeado de una selva, que debe, por ello, ser salvado, sin hacer referencia alguna al costo del salvamento.

Lo anterior es coincidente con lo expuesto por Z. Brzezinski en su libro El gran tablero mundial: la supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos (1997), en el que analiza la geopolítica desde EE. UU. y su papel en las relaciones internacionales. 

Para este autor, el dominio sobre Eurasia resulta imprescindible para la supremacía de la nación del norte y, desde tal óptica, analiza las amenazas y propone las soluciones para mantener el dominio de la superpotencia. El libro posibilita la comprensión de las posiciones de EE. UU. (incluidas las actuales) en la geopolítica global, en particular las relacionadas con el papel de las alianzas que se requerirían para mantener su posición en el mundo.

Hasta aquí queda claro que la geopolítica va mucho más allá de la simple relación entre geografía y política, pues, como disciplina, forma parte de las relaciones internacionales en toda su complejidad, y si en ella incide la ubicación geográfica, no menos lo hacen los recursos naturales, el tamaño de las naciones y su entorno, los conflictos políticos y religiosos internos y con los países vecinos, las relaciones de política, de seguridad y económicas entre los principales actores mundiales.

También inciden las tendencias y proyección de los procesos socioeconómicos, políticos e ideológicos en las principales potencias mundiales, las causales propiciadoras del surgimiento y el desarrollo de conflictos internacionales y regionales; todo ello en su relación con los diferentes actores que participan y su impacto sobre el sistema internacional, los espacios multilaterales y, por supuesto, sobre nuestro país.

Con la geopolítica se trata de prever cómo los factores geográficos y políticos interactúan y pueden o no influir en la toma de decisiones de los Estados y otros actores, a fin de entender y hasta predecir los principales eventos y conflictos internacionales.

Para evitar confusiones, y como definiciones de geopolítica existen casi tantas como autores que se refieren a ella, consideramos válida la que, además de los mecanismos que se utilizan para incidir sobre el «orden» global establecido y la estrategia orientada a tal fin, incluye el propio «orden», sea el existente o el que se pretende alcanzar.

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