Pidió la palabra, sin timidez, pero tampoco imponiéndose. Durante más de una hora, en aquel panel parte del 21 Festival de Teatro de La Habana, se había estado debatiendo sobre nuevas fronteras y modos de hacer para un arte que exige atención plena, en un tiempo en el que la cultura de lo exprés parece reinar.
Él, sin embargo, no quería opinar sobre si había que entretener a toda costa o asumir el riesgo del vacío, del aburrimiento; él pidió permiso para hablar de sí mismo: es artista, argentino, tiene 76 años, y la existencia de un Festival «tan diverso y sólido en sus propuestas» le había permitido encontrarse:
«Después de mucho tiempo desmotivado, anoche soñaba con hacer otro espectáculo. Ha renacido la esperanza en mi corazón», dijo.
Luego se hizo el silencio; no podía existir mejor saldo que esa experiencia íntima para el evento que, desde su discurso inaugural, alertaba: «en un mundo de velocidades, el teatro es también la pausa», y así como hacemos teatro, hacemos también la vida, porque «el arte es también nuestro país», y tiene que ser vida desde el arte.
Celebrado del 8 al 16 de noviembre último, en el 21 Festival participaron 21 agrupaciones, entre nacionales y foráneas, y estuvieron representados siete países, incluyendo Cuba: Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, República Dominicana y Suiza. Hubo 22 puestas en escena, 57 funciones, y un total de 90 propuestas, a las que asistieron 8 995 personas.
En su clausura, se destacó el trabajo de los teatristas de la región oriental en los centros de evacuación, para acompañar a los damnificados por el embate del huracán Melissa; entre ellos, Estudio Teatral Macubá (Santiago de Cuba) y Teatro Andante (Granma).
Justamente, la labor de colectivos teatrales en comunidades de difícil acceso, barrios y centros de diverso tipo, ha sido una constante en el año que casi termina; así como el esfuerzo de las agrupaciones de la Isla para mantener sus programaciones, pese a las irregularidades del fluido eléctrico.
Este año fue homenajeada especialmente, en su centenario, Raquel Revuelta, gran actriz de la radio, la televisión, el cine y el teatro, fundadora y directora de Teatro Estudio. Asimismo, se recordó al maestro titiritero Armando Morales, en el aniversario 85 de su nacimiento; y se celebraron los 70 años del director de Teatro El Público, Carlos Díaz.
También se enalteció a Teatro D'Dos, en ocasión de sus 35 años; una agrupación que, en palabras del crítico Omar Valiño, permanece apegada a sus objetivos originales, en el trabajo del actor, en la potencia de la palabra, en el realismo poético sobre las tablas.
Entre los muchos espectáculos que subieron a las tablas en 2025, estuvieron Sueño que soy isla, de José Milián, con Pequeño Teatro de La Habana; y La salvación. Un cabaret de posguerra, de Teatro Adentro, con texto y dirección de José Brito Cordero.
Este diciembre, los miembros de Sección de Crítica e Investigación de la Asociación de Artistas Escénicos de la Uneac, después de valorar los espectáculos de teatro y danza presentados en Cuba durante el año, otorgaron el Premio Villanueva de la Crítica a Faro, de Teatro Andante, y Un rastro en las estrellas, de Teatro de Las Estaciones.
De igual forma, a Actea, del Lyceum Mozartiano de La Habana; Eclipse, de Danza Espiral; y El nombre de Juana, de la Comunidad Creativa Nave Oficio de Isla y el proyecto Mujeres, Fuente de Creación (Cié Mabbona).
Además, otorgaron un reconocimiento especial a Un domingo llamado deseo, del proyecto Trotamundo y Teatro El Público, con texto y montaje de Norge Espinosa Mendoza, protagonizado por los premios nacionales de Teatro, Verónica Lynn y Carlos Pérez Peña.
Desde lo conmovedor hasta lo que reta, de la búsqueda estética al rigor clásico, el teatro hecho en Cuba sigue teniendo mucho para ofrecer.










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