ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Julio Travieso Serrano, entre los grandes de nuestras letras. Foto: Endrys Correa Vaillant

Cada vez que un ser humano abandona el mundo, su voz les habla a aquellos que lo han conocido. Si es de los que dijeron y escribieron grandezas, el diálogo dentro de sí no cesa, las palabras crecen y adoptan esa extraña dimensión que alcanzan las certezas. Hoy lo hace el escritor, docente y periodista Julio Travieso Serrano, fallecido en la noche del sábado 1ro. de noviembre, a los 85 años de edad.

El adiós de un hombre como Julio Travieso no puede ser silencio. La aguda inteligencia, la intachable integridad, la confesión sincera de todo en lo que creyó, la altura de sus experiencias (fue un gran revolucionario y combatiente de la clandestinidad) se encargan en esta hora, y en las sucesivas, de garantizar su permanencia en ese sitio en el que reposan y a la vez respiran los grandes, los que dejaron una obra de profundo peso para la posteridad. Libros como Para matar al lobo, Cuando la noche muera, El polvo y el oro y Llueve sobre La Habana son, entre más de 15 títulos, una muestra de ello.

Cuando en 2021, por la indiscutible calidad de su obra, le fue entregado el Premio Nacional de Literatura, ya hacía mucho que se esperaba ese reconocimiento. En esa ocasión, tuvimos el gusto de conversar con él. Entre muchos otros miramientos, nos contó con sabia simpleza que el impulso para escribir empezaba por el placer de leer literatura, y a este se unía el deseo de contar algo interesante que te haya sucedido, que hayas sufrido o conocido. «Entonces, si piensas que puedes escribir, como el señor al que estás leyendo, y te atreves a probar, nace una historia, una narración. Luego de que probaste, y con el horno mental ya encendido, te haces adicto». 

Poco tiempo después, se le dedicó la 31 Feria Internacional del Libro, otro motivo para llevar a nuestras páginas sus consideraciones, y también para escuchar lo que otros autores, en son de homenaje, refirieron en diversos espacios. 

Conversamos entonces de sus recientes inspiraciones. «Surgen nuevas ideas. Llegan por diferentes caminos. La mayoría procede de situaciones y experiencias personales», nos explicó, y recordó que en sus libros Días de guerra y Para matar… volcó todo lo que pasó en sus años de combatiente. «En esas obras quise sacar los demonios (persecuciones, torturas, asesinatos de compañeros), reunidos en forma de recuerdos, que arrastraba desde aquella época. Otras ideas vienen de lo que me contaron o he leído».

En los días de la Feria, fueron varios los honores que recibió.  Escuchar a los escritores Félix Julio Alfonso y Emmanuel Tornés en una de las charlas exacerbó en los presentes el deseo de revisitar lo ya abordado, e ir en busca de lo que del autor no habíamos leído.

Como uno de los más consistentes novelistas de Cuba lo valoró Alfonso, quien avaló su narrativa como «una de las más atrayentes y significativas de los últimos 50 años en el panorama literario nuestro». Tornés, por su parte, recomendó a los lectores leer más a Julio Travieso. Hacerlo, dijo, es entrar en contacto con la buena literatura.   

Varios fueron los libros que para entonces se reeditaron, entre ellos, la monumental novela El polvo y el oro, que vio la luz por Sed de Belleza (Premio Mazatlán de Literatura de México, finalista del Premio Rómulo Gallegos y Premio de la Crítica en Cuba). En el prólogo de libro, todo un ensayo en torno a la obra de Travieso, Tornés asegura: «Albergo la impresión de que en esta novela late un íntimo anhelo de entregar a la literatura cubana una obra totalizadora donde se resumieran los tiempos esenciales de nuestra historia y a la vez los tiempos literarios del autor, en un quehacer de casi medio siglo».

Grande es el pesar ante el adiós definitivo de Travieso, hombre cabal, condecorado además con la Distinción por la Cultura Nacional; con la Orden Alexander Pushkin, que otorga el Estado de Rusia, y con la Medalla Combatiente de la Lucha Clandestina. Pero bastará leer su obra, cualesquiera de ella (El cuaderno de los disparates o Llueve sobre La Habana, por solo citar otras dos), para tenerlo de vuelta, con ese peculiar modo de apelar a la palabra para pintar una realidad o para presentarse en primera persona, desprovisto de dobleces, profundamente honesto, con esa madera suya de humanista medular y de excelso narrador.

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