Divina Poesía, / tú de la soledad habitadora, / a consultar tus cantos enseñada / con el silencio de la selva umbría, / tú a quien la verde gruta fue morada, / y el eco de los montes compañía; / tiempo es que dejes ya la culta Europa, / que tu nativa rustiquez desama, / y dirijas el vuelo adonde te abre / el mundo de Colón su grande escena. (…)
La hermosa silva denominada Alocución a la poesía (1823) es obra de ese venezolano universal que no dejará de ser Andrés Bello, nacido en Caracas, el 29 de noviembre de 1781, y fallecido en Santiago de Chile, el 15 de octubre de 1865, hace ya 160 años.
Muchos otros versos de la Alocución… podrían revelarnos el marcado propósito de su mensaje –una preocupación que desgarraba a su autor–; sin embargo, con solo leer los primeros, puede percibirse el reclamo, en pos del derecho del continente americano a su independencia literaria y cultural, que entraña el significativo texto, considerado –al decir del escritor y político venezolano Arturo Uslar Pietri– «la primera declaración de autonomía de las letras del mundo criollo».
La Alocución… y La agricultura de la zona tórrida (1826) constituyen dos piezas del que sería el poema América, que Bello –humanista de vasta talla, filósofo, traductor, filólogo, periodista, ensayista, político, diplomático y jurista– no llegó a componer, no por abandono a un ideal ni por pereza ni por descuido. Otros menesteres ocuparon los días incansables de este hombre, una de las personalidades más notables del siglo xix latinoamericano, a quien, en el xxi, mucho tiene aún que agradecérsele.
Inmensa fue la labor de este creador que tuvo en el centro de su mundo intelectual a la Patria grande, y desde todos los puestos que ocupó en su vida batalló por la integridad de los pueblos de la región.
Su maestro, fray Cristóbal de Quesada, puso en el joven, que ya había devorado la literatura clásica del Siglo de Oro español, el conocimiento del latín, que fortalecería sus cimientos como futuro humanista, marcada vocación que lo haría brillar en muchas otras ramas del saber. Aprendió solo el inglés y el francés, y fue maestro de Simón Bolívar. Su erudición comienza entonces a dar de qué hablar y estará convocado en todo suceso cultural y social de la Caracas de su juventud.
Bello funge como secretario en lo político de la junta de la vacuna, al llegar a América, en 1804, conducida por Francisco Javier Balmis, la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, para combatir la epidemia de viruela que azotaba al país. A la campaña, el poeta le dedicó una obra en versos.
Fue Bello el primer redactor de la Gaceta de Caracas, periódico oficial de la Capitanía, tras introducirse allí la imprenta. Y fue el autor del Calendario manual y guía universal de forasteros en Venezuela para el año de 1810, en que queda compendiada la historia del país, y se considera la mejor de sus prosas.
Junto con Bolívar y Luis López Méndez integra la Junta Suprema de Caracas. En Londres cumple misión diplomática y allí permanece por casi 20 años, sin detener su brillante desempeño intelectual, dando rienda suelta a su hondo sentir americanista. Allí traduce, investiga, funda revistas, escribe poesía.
Curtido de conocimientos en torno al mundo y sus procesos, más que nunca apasionado por la emancipación de América, la obsesión adoptará forma de versos, de nuevos estudios, de consolidación del maestro.
Parte hacia Chile, donde será nombrado oficial mayor del Ministerio de Hacienda, y trabajará en el de Relaciones Exteriores. Será más tarde elegido senador de la República, y fundará en 1842 la Universidad de Chile, de la que será por varios años rector. Elabora, entre otros documentos, el Código Civil de ese país.
La Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, excelsa obra de absoluta utilidad en nuestros días, ve la luz en 1847; será distinguido como miembro honorario de la Real Academia Española, y posteriormente miembro correspondiente.
Son estas líneas apenas un asomo a la monumental creación de Andrés Bello, quien falleciera en Chile poco antes de cumplir 84 años. Justa fue la aseveración del científico Ignacio Domeyko cuando, en las honras fúnebres de Bello, expresó: «Dudaría la razón que en una sola vida, un solo hombre pudiera saber tanto, hacer tanto y amar tanto».
Nuestro Martí, en La Opinión Nacional, de Caracas, para honrar al ilustre venezolano, escribió el artículo Centenario de Andrés Bello: Tras unas hermosas imágenes que lo describían en sus disímiles faenas, refirió: «Y al elegir, de entre los grandes de América, los fundadores– le elijo a él».
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