Pareciera que siempre estuvo en las cimas: primera bailarina, primera cantante y primera actriz del Conjunto Folklórico Nacional, y una de sus fundadoras; llamada por la crítica «la folclorista más completa de Cuba» y «una de las artistas cubanas más integrales»; conocida como la Ayagba (que en lengua yoruba significa La Reina). Y también Premio Nacional de Danza en 2005 y Artista de Mérito de la Uneac.
Pero Zenaida Armenteros, quien falleciera el domingo último en la capital, a los 94 años, venía de orígenes humildísimos. Nació en 1931 en el barrio de Carraguao, en una familia obrera; y justo de ese punto de partida popular le vinieron las mayores riquezas: en la escuela pública las maestras le enseñaron a amar a Martí y a Maceo; y de la vida del Cerro llegó el descubrimiento de la pasión y el talento por el canto y el baile.
Muchos años después diría: «Bailar es parte de mi vida, y tengo tantas vivencias de todas estas tradiciones africanas desde niña, que eso me da fuerza para interpretar a todas las orishas».
No eran los de su primera juventud tiempos fáciles para vivir del arte, pero Zenaida buscó caminos en la radio, la televisión, el cine y el cabaret; y sin ir jamás a una escuela de música cimentó las bases de una profesionalidad exquisita, que eclosionó con la creación del Folclórico, y las lecciones de Rogelio Martínez Furé, Rodolfo Reyes y Ramiro Guerra. Porque ella no solo tenía aptitudes, sino la memoria del pueblo en sí misma.
Como apuntara en estas mismas páginas Pedro de la Hoz, desde las primeras funciones del Conjunto, Zenaida cantó y bailó los ciclos yoruba y congo, las comparsas y las danzas populares, y sacó a flote guarachas y habaneras, sones y criollas. «Entendió y proyectó a plenitud lo que Ramiro Guerra llamó la teatralización del folclor en obras como Alafín de Oyó y Palenque, en las que vertebró sus saberes y talentos múltiples para devenir en uno de los íconos de la cultura popular llevados a la escena, aplaudida en más de 50 países de todos los continentes».
No en balde, al conocer la noticia de su muerte, personalidades e instituciones disímiles han transmitido su pesar; entre ellas el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien lamentó «profundamente el fallecimiento de una de las más grandes exponentes del folclor cubano».
Además de su energía en escena, de sus discos, de las películas, Zenaida fue una maestra consagrada, a la que le preocupaba mucho que se cuidaran las tradiciones, porque «hay lugares en los que están deformando los cantos y las líneas melódicas, y tenemos que luchar para que esto no suceda». Entonces, llamaba a estudiar y a preservar: «La riqueza de la cultura africana es muy grande y muy importante para nosotros». En pos de ello veló en la compañía a la que le dedicó buena parte de su vida, y en los talleres y cursos que impartió.
Y ahí, distinguida, homenajeada, premiada, en todas las cimas que un día pudo anhelar la muchachita que soñaba con ser artista, siguió encontrando en sus raíces todo el impulso: «Siento un amor inmenso por mi pueblo. A él le debo mis éxitos». Detrás de ella un camino ha quedado desbrozado: la Ayagba seguirá reinando.
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