ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
«La gente tiene que apropiarse de su historia nacional para saber cuál ha sido nuestra evolución histórica», dice Paquita, una de las autoras a la que se dedica la Feria del Libro. Foto: Iván Gutiérrez

La niña había nacido en Luyanó, en 1943, pero para entonces vivía en el Cerro. Debía ser muy pequeña aún, porque para atisbar por la ventana se había subido en un banquito. ¿Quién sería aquel hombre que su papá recibía con tanto respeto?

Pero la madre llegó para zanjar la curiosidad. Las tomó de la mano a ella y a su hermana, y las guió hacia el interior de las habitaciones, mientras les decía, casi en un susurro: «Vamos, dejémoslos, que hablen, que hablen… ese es Lázaro Peña».

La niña no sabía quién era Lázaro Peña, pero la gravedad materna le grabó el nombre y el momento para siempre, a pesar de que no puede jactarse de buena memoria.

Ahora, décadas después, la niña no es la niña, aunque también: es Francisca López Civeira, doctora en Ciencias Históricas, Profesora Titular y de Mérito de la Universidad de La Habana, premio nacional de Historia 2008, y de Ciencias Sociales y Humanísticas 2022. Es Paquita.

El diálogo sucede una mañana lluviosa, algo fría, en su casa de la barriada de Marianao, y la entrevistada pone toda su llaneza y calidez al servicio de quien pregunta. Le han dedicado la 33 Feria Internacional del Libro de La Habana, y accede a hacer para Granma un viaje desde la semilla:

«Mi padre era un hombre de luchas sindicales; no militaba en ningún partido, pero lo llevaban a las actividades del Partido Socialista Popular. Leía mucho y creía que sus hijas tenían que ser independientes, aunque no podía soñar con la universidad para nosotras, porque era un simple obrero y la universidad había que pagarla, comprar los libros…

«Pero, como decía Carlos Puebla, llegó el Comandante y mandó a parar. La Revolución nos abrió las puertas a todos; y mis padres tuvieron la alegría de ver a sus dos hijas universitarias. Lo tengo que decir, porque si no hubiera sido así, no habría premio ninguno ni dedicatoria de la Feria».

 

LA DECISIÓN

–¿Dónde ubica el surgimiento de su pasión por la Historia?

–En mi niñez no había tenido lecturas que me llevaran a una decisión de ese tipo. En el bachillerato empiezo a tomar gusto por la Historia y también por la literatura. Cuando fui a matricular en la universidad, existían las escuelas de Historia y de Letras, como parte de la Reforma Universitaria del año 1962.

«Ahí fue que me encontré en la disyuntiva, y finalmente me decidí por la Historia, pensé que la literatura me gustaba más como placer, y la Historia, por el conocimiento».

–¿Y la inquietud de investigar?

–En la Licenciatura en Historia, el perfil es precisamente para investigar. Cuando me gradué, fui para los Pinares de Mayarí, a hacer un servicio social rural, por iniciativa de un grupo que queríamos ser heroicos. Al regresar entré en la universidad como profesora; en el plan de trabajo del profesor universitario, la investigación es parte de su contenido.

«Esa es la concepción que le dio Fidel a la enseñanza universitaria: la universidad no es un simple centro de transmisión de conocimientos, sino de creación de conocimientos».

Recuerda también su tesis de diploma sobre la Batalla de Santa Clara, los seminarios de Sergio Aguirre, que la llevaron por los caminos del Primer Congreso Nacional de Mujeres y del gobierno de Prío:

«Uno va sintiendo la importancia de crear un conocimiento o una perspectiva nuevos sobre algún hecho, y entonces te involucras y se convierte casi en un vicio».

La también Maestra de Juventudes ha dedicado buena parte de su carrera a estudiar e impartir el periodo de la República, aunque las profundas conexiones entre sucesos la hayan hecho ampliar mucho más. Cree que es una etapa «interesante y que todavía tiene mucho para aportar.

«Insisto en que no es una seudorrepública, es una república dentro de un sistema, en lo político, de la democracia burguesa; y, en su conjunto, dentro del sistema neocolonial. Los presidentes, los políticos, no eran simples títeres, respondían a intereses. Cuando decimos “la República mediatizada”, o “los títeres”, estamos simplificando un proceso que es mucho más».

 

EL MAGISTERIO

Autora de unos 20 libros en solitario, y alrededor de 35 en coautoría, y de textos que casi pueden catalogarse de best sellers, como 100 preguntas sobre José Martí y 100 preguntas sobre Historia de Cuba, la intelectual también ha puesto buena parte de sus esfuerzos en el estudio del Apóstol.

«Martí posee una riqueza de pensamiento y de hacer, con una profundidad y una belleza, que realmente es una compañía para todo en la vida. Yo lo utilizo mucho; recuerdo un texto suyo extraordinario, que no se conoce tanto: el prólogo al Poema del Niágara, de Juan Antonio Pérez Bonalde.

«Ahí dice que “una gran montaña parece menor cuando está rodeada de colinas”, y añade: “lo que no placerá a los privilegiados de alma baja, pero sí a los de corazón gallardo y generoso”. Para mí eso es un principio. A Martí nunca se le termina de conocer; mientras más se le lee, más se apasiona uno con él».

–En esa larga carrera, ¿cuánto le ha aportado su relación con los jóvenes?

–Hay quien me dice que por qué no me jubilo y me dedico solo a escribir. Yo digo que mientras la vida me lo permita, esta señora no se jubila. Voy a estar trabajando, pero además, quiero dar mis clases.

«Con los estudiantes se crea una relación afectiva muy enriquecedora. A su vez, implica un intercambio con las jóvenes generaciones: te hacen una pregunta que tú no te has hecho, te mueven el pensamiento y ofrecen nuevas perspectivas; además del placer de enseñar, de ayudar al crecimiento intelectual de esos muchachos».

Por ese camino, la conversación llega a la importancia de la divulgación de la Historia: «El científico social tiene que escribir para un público amplio; no puede quedarse solo al nivel de los especialistas, sino llegar a la sociedad. Tienes que respetar el nivel científico, pero con un lenguaje que pueda ser asequible a un destinatario lo más vasto posible».

Por eso su firma aparece en diversos medios de prensa: «Para que la labor que uno está haciendo desde las Ciencias Sociales tenga realmente presencia e impacto. La gente tiene que apropiarse de su historia nacional para saber quiénes somos, por qué, cuál ha sido nuestra evolución histórica».

 

LA HUMILDAD

Todo lo recorrido no habría podido ser sin su unión familiar, y el amor y el estímulo que aparejan. «Debo agradecer por mi familia, que es la que formé; en Cuba no tengo de esa que viene de atrás, porque mis padres eran españoles, ellos, yo no lo soy, yo soy cubana».

De su esposo, ya fallecido, que era profesor de Español-Literatura, de sus dos hijos, y los cinco nietos, ha recibido ese gran apoyo, que le muestran también en las lecturas primeras de los textos o en el cotejo de documentos.

–¿Y cómo recibe la dedicatoria de la Feria?

–Sorprendida, no tenía idea de que eso podía ocurrir. La recibo con alegría y compromiso. Me satisface mucho que sea junto a Virgilio López Lemus, porque somos como hermanos.

«Gracias a la Feria van a salir varios libros, míos y colectivos; y es un momento que te permite intercambiar, ver lo que otros están haciendo… Porque no se trabaja para homenajes y para premios, pero cuando vienen, uno se emociona y lo agradece. Aunque no se te puede subir el ego.

«Al otro día tú estás en el mismo lugar cogiendo la misma guagua para irte a dar tu clase como todos los días. Es decir, la vida cotidiana sigue».

Nada más hay que preguntarle. Quizá Paquita siga siendo esa misma niña que se asoma a través de la ventana del tiempo para encontrarse, siempre, con la Historia.

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Carmen dijo:

1

14 de febrero de 2025

20:02:29


Conmovedor. Historia bella que se ha plasmado en su quehacer como historiadora. Buen artículo