ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Fotograma de la serie

Durante su actuación en La risa por delante, serie de stand up comedy (monólogos con público directo) difundida en Youtube y convertida en portal de presentaciones de algunos notables humoristas, Carlos Gonzalvo promocionó a Floro, la serie, por él protagonizada.

Entonces, muchos espectadores escuchamos su consejo y la vimos. No nos arrepentimos. Aunque está prevista su continuidad, la reciente terminación en la Televisión Cubana de una avanzada de cuatro episodios motiva este primer acercamiento a la obra.

Cuba, con una vasta e ilustre historia en el humor televisivo, cuyos paradigmas esenciales fueron los programas San Nicolás del Peladero y Detrás de la fachada (también hay muchas series de mejor o peor suerte), merece la permanencia y salvaguarda del género.

Floro, la serie demuestra que existe abundante trigo temático para nuestros guionistas, más allá del chiste fácil o los sobados tropos de la libreta de abastecimiento y la bodega, que emplearon o emplean hasta el hartazgo espacios humorísticos producidos en La Habana o Miami.

Tampoco apela a la reductiva ficha de autoavergonzarnos, para asegurar algunas risas ajenas a costa del decoro y del orgullo.

El material presentado en Cubavisión no inventa la rueda, pero sabe manejar bien los recursos del género, algo esencial para moverse dentro de la sitcom o comedia de situación, en la cual se inscribe.

Aquí hay diálogos ingeniosos, contrarréplicas agudas, solventes líneas de remate, gags orgánicos, empaste actoral y un elemento esencial a la comedia como el buen manejo del tiempo: en fin, lo establecido en la comarca, de la screwball comedy de Hawks a las sitcom de Lorre.

Detrás de su gestación se encuentra Jorge Alberto Piñero (jape), creador del personaje de Floro en el Dedeté de Juventud Rebelde, en un libro y tres cortos. Firman el guion Miguel Moreno (La Llave), un imprescindible de la escena humorística; Venecia Feria y Eider Pérez.

Gonzalvo, quien además es un eficaz actor dramático (Vinci, El premio flaco), está a su aire en una trama en la cual equilibra peso histriónico junto a la citada Venecia. Cuando ambos comparten cuadro, lo cual ocurre bastante en los 27 minutos de cada episodio, Floro, la serie deja ver a dos comediantes sólidos, compenetrados y con química.

Sin embargo, comprendiendo y todo que el Floro de Gonzalvo se mueve sobre otra tesitura, escrutadora de la intimidad del personaje y la reflexión, su nueva personificación no alcanza la fuerza escénica ni las potencialidades cómicas de Mentepollo, de Deja que yo te cuente.

Destaca la idea de la obra, si bien languidece su ejecución formal, pues en ese costado, Floro, la serie acusa los mismos problemas de demasiada teleficción facturada en la Isla; dificultades que en algunos casos poseen una justificación económica, aunque no así en otros.

Entre estos lastres, visibles aquí, figuran el abuso de filmaciones en espacios interiores y la consustancial imposibilidad de sacarle provecho dramático a las locaciones, convencionalidad en los planos, reiteración de planteamientos escénicos y congestión de latiguillos visuales. Eso lastima sobremanera la profesionalidad del trabajo.

Ignoro por qué no se emplea en nuestras series el corte a negro para las transiciones de las escenas, como lo hacen tantos títulos foráneos; pero en cualquier caso, la alternativa de Floro… resulta mejorable. 

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Mora dijo:

1

4 de febrero de 2025

10:03:26


Interesante análisis de Floro, la/ Serie, pero el artículo adolece de algunos términos decía televisión que imagino no dominan el comunismo espectador, como latiguillos visuales, corte a negro para las transiciones a escenas, y otros. Creo que lastra un poco la comprensión del televidente para asimilar la justeza de la crítica.