ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La saga completa de Elpidio Valdés se destaca por el dibujo de personajes denotativos de la multirracialidad que nos caracteriza Foto: Ilustración

Al maestro del género en nuestro país, este 45 Festival le dedica el Foro de Animación Juan Padrón in Memoriam.

El adalid de los dibujos animados hizo un cine que, amén de hacernos sentir ufanos como cubanos, defendió o abordó instancias de valor tan sagradas como la soberanía y la independencia, el amor a las raíces, el carácter abyecto de la traición, la valentía, la solidaridad, el compañerismo y un pensamiento colectivo en función de la mayor razón de todo país: su emancipación y derecho a decidir su destino.

Además de ofrecer innumerables alegrías a niños y público en general, su obra propugnó, por encima de cualquier otra virtud, cubanía y patriotismo. Esta mantiene toda su vigencia, y de ella no reniegan ni las actuales generaciones ni las previas.

Aprecia un animado de Elpidio Valdés, con tanto placer, tanto quien haya nacido en la década de los 70 de la pasada centuria, como alguien que lo haya hecho en pleno siglo xxi. Esa es una prerrogativa que en la actualidad no se le garantiza ni a los grandes clásicos universales.

En el entrañable coronel Valdés, a cuyo influjo de calor, humanidad, grandeza y defensa de la Patria han crecido varias generaciones de cubanos, está acrisolada parte de nuestra esencia.

La identificación con el personaje resulta tan grande que hasta su fraseología está inscrita en el imaginario nacional.

En las historias del «pillo manigüero», María Silvia, Palmiche y la tropa de insurrectos existe, igualmente, mucho de ese gracejo connatural a los cubanos, su chispa, picardía, agudeza mental e ingenio, elementos identitarios que reciben de su herencia española y africana.

La saga completa de Elpidio Valdés se destaca por el dibujo de personajes denotativos de la multirracialidad que nos caracteriza, a la que se incorporan chinos y otras nacionalidades.

En el universo de Elpidio, Padrón trabaja la línea a veces inasible de la épica desde la tesitura de lo íntimo, a través de filmes que hacen brotar ternura, emoción y fe. Ese saber moverse con pleno dominio en una cuerda floja, solo dable de cruzar a los grandes, representó una de las características del referido conjunto de animados.

La saga de Elpidio Valdés (largometrajes y cortos) no solo debe ser patrimonio cultural de la nación cubana, sino también una posible cartilla ideológica de cómo abordar la historia de la Isla desde nuestras imágenes. A través del personaje y de los mambises que combatían consigo en la Guerra de Independencia, Padrón nos hizo un retrato de cuerpo entero, al físico y al alma.

Ojalá el espíritu de Elpidio reencarne en otras creaciones nacionales.

El también gestor de los Filminutos, de Vampiros en La Habana y Más vampiros en La Habana, los Quinoscopios, la serie Más se perdió en Cuba, o el cortometraje Nikita chama boom, enfrentó todo su trabajo con la alegría e ilusión de un niño y el perfeccionismo de un esteta. De tal alquimia sale el raro metal de lo perdurable.

Fue paradigma, además, del buen manejo del ritmo cinematográfico, algo que parece sencillo, pero que resulta condenadamente difícil.

Su cine es razón y emoción, interpretación y proposición, agudeza y entendimiento de un arte y del espíritu de un pueblo como el cubano.

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