Dicen que Santa Clara era una ciudad algo aburrida y tediosa en los años 60 y 70 del pasado siglo, lo que puede, o no, ser cierto. Lo que nadie cuestiona es que, hace 40 años, la urbe cambió para bien y para siempre, a partir de la aparición de un centro cultural de la talla de El Mejunje. Fue en el año 1984 –cuando aún persistían muchos prejuicios hacia las personas que no se acoplaran al molde social que imponían esos días– cuando apareció un hombre de la dimensión y la sensibilidad humana de Ramón Silverio, con aquella propuesta, que, como un rabo de nube, lo cambiaría todo.
El proyecto vagó por diferentes sitios de la ciudad, ante la mirada, a veces permisiva y otras un tanto detractoras, de algunos que no entendían la existencia de un público fiel y sensible, que lo seguía noche a noche, hasta que lograron asentarse en unas ruinas en la calle Marta Abreu no. 12, de Santa Clara.
Aunque Silverio asegura que El Mejunje fue un proyecto surgido de la espontaneidad, concebido sobre la base del respeto a la inclusión y la diversidad, lo cierto es que aquella creación era mucho más abarcadora, y demostró con el tiempo que su propuesta estaba llamada a labrar la Cuba del futuro, la del respeto a lo diferente, la de todos y para el bien de todos, como él suele decir.
Los inicios fueron bien complejos, debido a que, por las características del lugar, en el cual, por encima de todo, primaba la tolerancia, el sitio se convirtió en el preferido para los marginados sociales y la comunidad lgbtiq+, por lo cual sus fundadores tuvieron que enfrentar cánones y decisiones autoritarias. Sin embargo, Silverio, cual quijote de su tiempo, decidió dar la batalla contra los molinos de viento que pretendían estropear sus sueños.
«Hablar de este centro es entender las diferencias más allá de la edad, la orientación sexual, el pensamiento político o la creencia religiosa», nos dice Silverio, quien asegura que El Mejunje, más que un lugar, es defender un sueño en el que se forja lo que él considera la sociedad del futuro.
Con esa filosofía, el afamado centro cultural se fue convirtiendo en espacio de crecimiento espiritual de quienes allí acudían, y de varias personalidades de nuestra cultura, entre ellos actores, teatristas, músicos y trovadores, que iban atraídos por la magia de un lugar al que, luego de entrar, no se puede salir.
Su programación se sostiene en una gran diversidad cultural y social, a partir de una gama de propuestas acordes a los distintos gustos y sectores que participan en la rica vida mejunjera.
El público puede ver allí obras de teatro, sinfonías, música tradicional cubana, poesía musical y textual, trova, filin, canciones temperamentales, rock o actividades para los más pequeños de la casa.
Según su director, una de las sugerencias más osadas es el movimiento de juglares conocido como La Trovuntivitis, espacio surgido como una descarga y que, luego, se convirtió en un fenómeno cultural que perdura.
«En esa espontaneidad, algunos que luego han sido grandes poetas o escritores, como Ricardo Riverón, Jorge Luis Mederos (Veleta), Arístides Vega, Berta Caluff y Lorenzo Lunar, leyeron sus primeros versos cuando eran prácticamente desconocidos, algo similar a lo ocurrido con los músicos de La Trovuntivitis y la agrupación Aceituna sin Hueso, por solo citar algunos ejemplos», asegura.
Pero el Mejunje es mucho más que cultura, como se demostró en plena pandemia de la COVID-19, cuando un grupo de actores creó el proyecto Santa Clara por la vida, encaminado a la recolección de medicamentos, alimentos y otros insumos para los afectados.
Por aquellos días era frecuente ver a Silverio y su gente elaborando comida para que nadie se acostara a dormir sin haberse llevado un bocado al estómago; o repartiendo los donativos que llegaban de todas partes de Cuba, e incluso de otras latitudes.
También se les ha visto en zonas de desastre, cuando hubo ciclones u otros fenómenos, porque, como bien él dice: «cuando hacemos falta no me quedo contemplando por la televisión, sino que vamos a ver qué mensaje podemos llevarle a esa gente que se le cayó la casa, y cómo hacerles más llevadero ese momento. Siempre me ha gustado ser protagonista, no espectador».
Su única filosofía ha sido la de unir y no separar; incluir y no discriminar; sumar y nunca restar, utilizando siempre un arma tan poderosa como la cultura, en su empeño de forjar la Cuba del futuro: diversa pero unida; sin discriminación alguna, y en la cual todos muestren sus mejores valores como seres humanos.
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saray dijo:
1
29 de febrero de 2024
16:06:32
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