ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Puede que la observación acerca de nuestro planeta como un grano de arena en la inmensidad del universo nos motive a filosóficas reflexiones en torno a la valoración de lo infinito en el espacio cósmico. Sin embargo, sabemos de otros contextos igualmente vastos, cuyos límites son tan inabarcables como imposibles de contener.

Hay sentimientos de un intenso amor hacia lo nuestro. A veces lo aviva un tema musical en específico. Tal es el caso de La Comparsa, emblemática composición del pianista Ernesto Lecuona, que alude a lo más hondo de nuestra sensibilidad, un inequívoco llamado ancestral a identificarnos, genéticamente, entre los nacidos en esta amada y querida Isla.

Que precisamente La Comparsa se encuentre entre las primeras creaciones de Lecuona (con solo 17 años de edad), nos da la medida de que estamos ante un artista excepcional, que a lo largo de su trayectoria nos dejó centenares de obras musicales diversas, aunque le corresponde a esa pieza el sitial de honor que tanto nos enorgullece.

Para la crítica, con La Comparsa se incorporan, por primera vez en la pianística cubana, elementos rítmicos de raíz africana. El musicólogo Jesús Gómez Cairo avala que «la pieza responde a un programa brillantemente trazado por el autor, que es el verdadero esquema de la forma en la obra y, a la vez, uno de sus principales recursos de expresión semántica». Quizá los criterios de otro musicólogo como los del español Adolfo Salazar, nos acerquen todavía más a la esencia del quehacer de Lecuona, al reconocer que se trata de un creador «cuya música parte de lo popular, busca lo popular, y sabe guardarse de no caer en lo populachero. No es difícil; sin embargo, distinguida. No es populista; sin embargo, fácilmente accesible».

Pero definitivamente, la clave para entender por qué cada vez que escuchamos La Comparsa, se nos estruja el corazón, la devela el propio Lecuona, al dejarnos en herencia la siguiente sentencia: «Hay que pensar siempre en Cuba, y laborar para Cuba».

Traer a colación este pensamiento, en el aniversario 60 de su partida física, constituye toda una premisa de que, para acceder a la inmortalidad con todos los honores, no solo basta ser un virtuoso instrumentista o un talentoso compositor.

Es imprescindible, además, que la integridad, que contempla el amor a la patria, caracterice al creador. Sin ese amor lecuoniano, no sería la misma La Comparsa.  

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