Es posible hallarlo en tantos parajes, que no es real su muerte, físicamente consumada hace hoy 35 años. Si acaso, un rotundo adiós al mundo impetuoso de los vivos; pero morir, lo que se dice morir, no lo consigue un hombre como Fayad Jamís, de enigmático nombre, cubanísimo sentir y poeta con el gesto, el pincel y la palabra.
No lo entenderán así quienes desconozcan el curso vital de este niño, nacido en 1930, de padre libanés y madre mexicana, que llegó a Cuba desde muy pequeño, para radicarse, finalmente, en Guayos, actual provincia de Sancti Spíritus. En el humilde poblado, donde descansan sus restos mortales, soñó el Fayad adolescente con enrumbar esa vocación humanista que le estallaba en el pecho y sacaba afuera escribiendo y pintando. El alma del lugar guarda para siempre su nombre, que firmó el primer poemario que allí se editara.
Atormentado por un entorno asfixiante, el de la Cuba prerrevolucionaria, y en busca de «la gran aventura», emigra a La Habana, que no será menos tensa. Las lecturas serán, en ocasiones, en palabras propias, «el único alimento». Vendrán los poemas de Los párpados y el polvo, estudiará en la Academia de San Alejandro, integrará el Grupo de los Once –en el que está lo más significativo de la nueva plástica cubana–, y conocerá a grandes artistas y poetas –entre otros, Roberto Fernández Retamar, Luis Marré, Pedro de Oraá–, con los que conservará una indestructible amistad.
París lo acoge. Aprenderá francés; expondrá su pintura, al abrigo del poeta surrealista André Breton; escribirá Los puentes, un poemario que recogerá las adversidades contempladas. Del sólido cuaderno es el conocido poema Vagabundo del alba, y de él estos versos: Así es París yo te lo digo a veces sueño que recorro un mundo / muerto / después de la última bomba muerta hasta la esperanza.
La buena nueva llega de Cuba. Ha triunfado la Revolución, es la hora del regreso. Hay mucho por hacer. Fayad ocupa, dentro de la intelectualidad, las primeras filas. Colabora en el primer número de la revista Unión, de la que será fundador, al igual que de Ediciones Unión; participa en la reunión con Fidel, devenida Palabras a los intelectuales; dirige Hoy Domingo, órgano cultural del periódico del Partido Socialista Popular; escribe y entrega al Premio Casa de las Américas su poemario Por esta libertad. Con él lo gana y gana el pueblo de Cuba un texto que hará suyo, y vendrá a la memoria colectiva, cada vez que la patria sea amenazada. Por esta libertad / bella como la vida/ habrá que darlo todo.
Fayad escribió canciones, una de ellas, Cuando miro tus ojos, con música de Amaury Pérez e inmortalizada por la voz de Sara. Uno de sus más aprehendidos poemas, Con tantos palos que te dio la vida, fue también musicalizado. Entre los más estremecedores versos de amor, cuenta, sin duda, aquel que concluye: Qué importa entrar o salir o desnacer. Me quito los zapatos / y los lanzo ciego, amorosamente, contra el mundo. (Abrí la verja de hierro).
Consejero cultural en México por más de diez años, regresa a Cuba con el alma cuajada de sueños: escribir, divulgar poesía, terminar un libro dedicado a Guayos. La muerte aniquila al poeta en 1988. Se lo lleva, sí; pero Fayad vuelve demasiadas veces, como para que nos la tomemos en serio.
«Para mí, mi poesía es mi revólver, mi arado, mi potro, mi radar, mi martillo, la llave de la desesperación y la llave del alba. Y creo que la obra de un poeta debe ser un testimonio profundo y abierto de su tierra y de su época», dijo en público alguna vez. En su integridad, la obra de Fayad lo fue. Lo sigue siendo.
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Daniel Noa Monzón dijo:
1
13 de noviembre de 2023
11:31:57
Raúl dijo:
2
13 de noviembre de 2023
12:29:15
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