ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Fotograma de la serie

En 1997 quedó establecido en Washington el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (Project for the New American Century, PNAC), que preparó en el orden conceptual para que en el arranque de la centuria, bajo la égida conservadora, prevaleciera la llamada pax americana; es decir, la hegemonía imperial en los cuatro puntos cardinales.

Cuando se repasan los documentos de ese tanque pensante asociado a políticos como Dick Cheney y Donald Rumsfeld, y a académicos como Francis Fukuyama, el inventor del «fin de la Historia», resalta el papel que atribuye a la comunidad de inteligencia de Estados Unidos como gendarme transnacional. Particularmente, el fbi no tendría que dedicarse solo a tareas domésticas –por sí mismas, cuestionadas desde que el siniestro J. Edgar Hoover tomó las riendas de la agencia– sino a imponer su estilo y modo de actuar a escala planetaria.

fbi Internacional juega bajo esas reglas. La serie creada por Dick Wolf (La ley y el orden), es una apología a la intromisión de Estados Unidos en asuntos internos de las naciones europeas, y un canto a la impunidad con que irrumpen en la vida ajena.

¿Pretexto? Salvaguardar la integridad de los ciudadanos estadounidenses en esos países, investigar los casos en que estos han sido víctimas y, en todo caso, poner las cosas en su sitio cuando alguno de sus súbditos se descarrila fuera de casa.

Se dirá que de eso van decenas de películas y producciones televisuales que ensalzan a los actores de la comunidad de inteligencia del país norteño. Incluso las hay que ponen en solfa a algún que otro electrón suelto, desaforado, corrupto, al que se le deben cortar las alas para que no manche el conjunto de quienes velan por los intereses de Washington.

Pero en pocas como fbi Internacional, se muestra el andamiaje sin fisuras. Una periodista española, Aurea Ortiz, anotó: «Esa idea, central en su política, de que Estados Unidos es el sheriff del mundo, el país que impone el orden y las normas, queda reflejada aquí. La excusa del suspense por descubrir al culpable y la acción y la aventura sirven para reflejar toda una concepción del mundo que explica muchas cosas que suceden en la realidad».

En apariencias, el equipo extraterritorial, basado en Budapest, interviene cuando lo llaman. Pero lo llaman con harta frecuencia. La Europol, agencia policial europea, es un mero apéndice del fbi. La asistencia que prestan los discípulos de Hoover resalta en medio de la estupidez, la inercia y la falta de principios de los colegas, con las tintas cargadas hacia los cuerpos de Europa del este. La policía de estos últimos países es tan fallida como esos Estados corroídos por mafias. Por no hablar de los rusos, lo peor de lo peor.

Para disimular el cariz intervencionista, Wolf, y su colaborador Derek Hass, diseñaron un cuarteto multiétnico: una pareja de piel blanca, un tipo duro de piel negra y una analista de ascendencia vietnamita. Extrañamente, falta el componente latino, quizá reservado para una nueva temporada.

Desde el punto de vista dramatúrgico, nada nuevo bajo el sol: linealidad en la exposición y resolución de los casos, desempeños actorales monocordes y grises. Razón tiene el crítico de The Decider, Joel Keller, al decir: «Salvo que te guste mucho la franquicia fbi, aquí no hay suficientes cosas para recomendarla».

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