La pantalla doméstica te da sorpresas, y una de ellas fue, este verano, Hermanas hasta la muerte. La serie irlandesa, transmitida por Multivisión, ofreció un ángulo diferente caracterizado por un logrado equilibrio entre humor negro, intriga detectivesca, prospección sicológica e impecable progresión dramática.
De entrada, parecía no haber misterio. Un muerto, esposo de una de las cinco hermanas que comparten por igual el protagonismo de la serie, ante el cual ellas reaccionaron de manera inesperada a la vista de los telespectadores. Risas y miradas cómplices. El ataúd desvencijado a la hora del enterramiento.
Lo bueno vino después. ¿Quién mató a JP Williams? ¿Una de las hermanas? De ser así, ¿vale o no pagar la póliza de vida? Cada una de las cinco mujeres tiene motivos más que suficientes para maldecir a JP o desear su muerte.
JP es el ser más despreciable, manipulador, traicionero y amoral que hayan tropezado las Garvey. Eva (Sharon Horgan), la mayor, lo sufre por partida doble: en la empresa donde aquel pone zancadillas a su promoción profesional y al enemistarla con el mejor amigo de ella, mediante chismes. Siente la obligación de proteger a Grace, la esposa de JP, de una relación tóxica que daña a la hija de la pareja.
Casada con Donald, con quien tiene tres vástagos, y amante de Ben, JP se las arregla para chantajear a Úrsula (Eva Birthistle) con sacar los trapos del affaire extramatrimonial.
Bibi (Sarah Greene) goza de un feliz emparejamiento lésbico con Nora. Mas no es por el costado de la orientación sexual que JP lesiona a Bibi, sino por torcer la verdad sobre el accidente en el que esta perdió un ojo, provocado por él, y sin embargo expuesto de tal manera que la hace culpable de su desgracia.
La menor de las hermanas, Becka (Eve Hewson), confía en que JP la ayude a instalar un gimnasio. El cuñado la alienta, pero a la hora del cuajo, después de que la muchacha diera los pasos iniciales para llevar a cabo el emprendimiento, JP, con toda crueldad, anuncia que nunca tomó en serio el compromiso.
De nada de esto se entera Grace (Anne-Marie Duff), la esposa vilipendiada, ninguneada, que mira por los ojos y respira por los pulmones de JP, con una enorme venda en los ojos y una ingenuidad galopante… hasta un día. Y ese día es el que marca la diferencia, porque capítulo tras capítulo, articulados en dos tiempos narrativos (una de las bazas que apuntala la consistencia del desarrollo dramático), los telespectadores asisten a los delirantes y frustrados intentos de las hermanas de Grace para
desembarazarse del execrable cuñado –envenenamiento, voladura, encerramiento en una cámara de frío, etcétera–, mientras, simultáneamente, se preguntan si los agentes del seguro –un atormentante Thomas Claffin (Brian Gleeson) que apela a lo humano, lo inhumano y lo divino para no desembolsar ni un penique, y su hermano Matthew (Daryl McCormack), con un desempeño por debajo del resto del elenco– llegarán a salirse con la suya.
Al cabo de los nueve capítulos, ya uno imagina que Grace, la esposa, es la carta bajo la manga. Pues, como apuntábamos, había llegado su día.
La propia Sarah Horgan puso su talento en el fino tejido de la trama, adaptándola de una serie flamenca, Clan, que no hemos visto aquí, y fichó a coguionistas y realizadoras de pulso firme. Las actuaciones contribuyen al admirable balance entre personajes y conflictos. Y en el cénit, Claes Bang, actor danés a cargo del inefable JP, un monstruo cuidadosamente dosificado en sus sarcasmos, gestos y silencios, en un tenor diverso, pero igualmente eficaz, al que lo puso en la órbita del Festival de Cannes al sobresalir al frente del reparto de La plaza, ganadora de la Palma de Oro en 2017.
Para completar, Hermanas hasta la muerte llama la atención desde los ingeniosos créditos de apertura, sazonados con una canción del poeta Leonard Cohen.












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Manuel dijo:
1
12 de septiembre de 2023
13:52:58
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