Me despertaba recelos que ¿Estás ahí, Dios? Soy yo, Margaret, realizada por Kelly Fremon Craig en 2023, contase en la producción con el poderoso brazo de James L. Brooks, director en 1983 del sensiblero melodrama La fuerza del cariño, ganador de cinco premios Oscar. En realidad, temía de la capacidad de la cineasta para evadir su influjo y la proclividad lacrimosa inherente a él.
Pero Fremon Craig logró superar la prueba en este bien construido estudio sobre la pubertad. La hábil directora también impide que a su largometraje lo penetre ese «ternurismo» rosa, tan visible en las películas estadounidenses sobre niñas y adolescentes, las que, en muchos casos, tienden a conectarse con los postulados del feel good movie (cine hecho para reconfortar, sin conflictos, intrascendente), postulados que ella igualmente elude.
En cambio, cuanto habita en ¿Estás ahí, Dios? Soy yo, Margaret –estreno en salas cubanas esta semana–, es agudeza, calidez y ese ángel a veces difícil de encontrar en el cine cuando se acerca a la pubertad, un momento de la vida en el cual sobreabundan las preguntas y nada parece estar anclado a las definiciones.
Clásico relato de crecimiento, el filme sigue la pista a Margaret, niña de 11 años, quien cursa el sexto grado en 1970 y ve modificada su existencia cuando los padres deciden mudarse de Nueva York a Nueva Jersey. Ella cristiana, él judío, confían en que la propia hija decida su credo religioso o la ausencia de este. Pero los abuelos maternos y la abuela paterna no piensan igual. En cualquier caso, Margaret pasa de sus consideraciones y mantiene comunicación directa con Dios, o al menos es cuanto ella piensa, al inquirirlo sobre las urgencias que más le apremian. La mayoría, muy terrenales.
Inspirada en el libro homónimo de Judy Blume, la cinta acusa inconsistencia reflexiva y su buena dosis de ligereza al abordar el tema religioso. Por ejemplo, las secuencias de la ruptura hogareña entre los abuelos y su posterior adiós en taxi de la casa de Margaret se resuelven a mero trámite, por dos predecibles toques de guion.
Igual, al filme no le favorece la tinta demasiado idílica con que dibuja a los padres de la niña. Ambos personajes resultan invariablemente perfectos, y eso no existe ni en el cine ni en la vida.
Donde la película adquiere cuerpo, entidad, y en consecuencia gana muchísimo, es en la rica exploración del mundo de sensaciones de la pequeña, sus hallazgos, miedos, celos, dudas mucho más biológicas que religiosas: ¿Cuándo despuntarán sus senos? ¿Le llegará la menstruación después de que a sus amigas? ¿Descifrará sus intenciones ese niño que tanto le atrae?
Tal aproximación está bañada de cercanía, comprensión, hondura, sentimientos reales, naturalidad, humor. La sostiene la desbordante fuerza actoral de Abby Ryder Fortson en el personaje de Margaret. Ella es un surtidor de registros, que ni siquiera mengua su ductilidad al lado de actrices del oficio de Kathy Bates y Rachel McAdams.
Mediante la también muy recomendable Mi vida a los 17 (2016) y ¿Estás ahí, Dios?..., la directora Kelly Fremon Craig se ha convertido en una de las voces más sensibles de la pantalla de ee. uu. en abordar los temas del fin de la infancia y la adolescencia.












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Alina Villamil dijo:
1
28 de agosto de 2023
13:37:17
Migue Respondió:
31 de agosto de 2023
11:47:56
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