ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Fotograma de 65

No más leer noticias en torno al rodaje de 65, de estreno en salas cubanas este agosto, concebí infundadas expectativas sobre un filme que, supuestamente, me deleitaría, debido a su cruza de cartas genéricas de mi agrado (ciencia-ficción, cine de catástrofe y apocalíptico, relato de supervivencia, prehistoria con dinosaurios y una aventura épica de adulto-niña en peligro), con el aderezo de Adam Driver de protagonista. Un festín, visto ello sobre el papel.

Prendado desde los tiempos de la serie Girls del actor sobre quien luego pondrían sus ojos significativos directores como Martin Scorsese, Spike Lee, Jim Jarmusch, Ridley Scott, Léos Carax, Terry Gilliam o Noah Baumbach, la presencia de Driver suponía algo entre lo subyugante  y lo curioso, pues este hombre es casi tan reacio como Leonardo DiCaprio para alejarse de los autores.

Sin embargo, al margen de todos los encantos sugeridos a priori, 65 (Scott Becks/Bryan Goods, 2023) resultó, a la larga, bastante menos de lo esperado; incluso por debajo del placer culpable veraniego.

Todo los blasones mostrados por Becks y Goods en su guion de hace un lustro para Un lugar silencioso (un universo creíble, atractivas soluciones argumentales, magistral empleo del suspenso en derredor de las criaturas depredadoras, uso inteligente de los clímax, renuencia a los lugares comunes, originalidad en el seguimiento a la odisea de supervivencia de la familia protagónica) se borran de cuajo en 65, la cual escriben y, además, dirigen.

Acá Mills (Adam Driver en piloto automático) desembarca accidentalmente en nuestro planeta, horas antes de la quinta extinción provocada por el meteorito caído hace 65 millones de años. Superviviente como él del choque de la nave contra un cinturón de asteroides al entrar a la Tierra, Koa (Ariana Greenblatt) precisa del apoyo suyo para salvarse de los peligros que les acechan, incluidos dinosaurios más sangrientos que los de Parque Jurásico, saga a la cual, por cierto, le hurtan varias secuencias.

Lo primero que le falta al guion, tratándose de cuánto va, es el necesario componente de humanidad requerido por historias de este tipo, apreciable en La carretera, La luz de mis ojos o la serie The last of us. Nada ayuda que entre Driver y Greenblatt exista muy poca química, hecho entorpecedor de las tramas de supervivencia en dúo como esta, en las cuales dicho factor resulta premisa esencial para el desarrollo orgánico y verosímil del filme.

Unido a eso, se desaprovecha de forma lamentable el rico potencial del escenario configurado, para la posible creación de impactantes zonas de tensión, que si bien abrazan de modo somero algún breve tramo del metraje, nunca alcanzan el grado que debían y podían.

Promediando la primera hora, ya 65 da vueltas en círculos, ahogándose en sí misma al replicar sin criterio ideas exploradas hasta el delirio en este cine, para derrapar a la postre en ese  cierre lastimoso, bien palomitero, del escape de Mills y Koa –atrapados entre el meteorito de inminente caída y los acechantes dinosaurios durante su último día en la Tierra– hacia su mundo del futuro.

El filme también resultó un sonoro fracaso en taquilla. En fin, si para algo sirvió solo fue para recordarle a Adam Driver que siga en lo suyo y se olvide por siempre de dinosaurios u otras golosinas.

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