ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Fotograma de la Película

En la industria cinematográfica de Corea del Sur, de las más integrales del mundo, producen todos los géneros, para cuyo desarrollo cuentan con probada experticia técnica. Como sabemos, allí cohabitan una distendida galería de autores, directores comerciales de peso y artesanos distinguidos por su eficacia.

Estos creadores, junto al sistema local de estrellas, han logrado algo casi impensable en la mayoría de las cinematografías nacionales del planeta: dominar el mercado de su propio país.

Además de otros méritos, como el interés por escudriñar críticamente la sociedad en el terreno del policiaco y el thriller, a los títulos sudcoreanos los distingue su recurrencia y entusiasmo en el abordaje del cine de acción. Sus cintas son plato de postre en festivales como el de Sitges, en el que La villana (Jung Byung-gil, 2017) cautivó, como antes lo hizo en el de Cannes.

Ese filme era el epítome de la pantalla de acción, aunque en su variante más briosa, lúdica, eléctrica. Es que lo que diferencia a tal género en esta latitud, al compararlo con parte del practicado en Estados Unidos o en la factoría Besson, en Francia, es justo eso: el nervio, el gozo y la ausencia absoluta de complejos a la hora de asumirlo, en tanto una parte más del cine que es.

Muy a semejanza de La villana, otra antiheroína de acción acapara la atención total en Boksoon debe morir (Byun Sung-hyun, 2023), de estreno en Cuba tras su paso por el Festival de Berlín. En esta película para Netflix, el director de Kingmaker imprime una dimensión coreográfica que la emparenta con las producciones de artes marciales rodadas en Hong Kong durante la década de los años 70 y el trabajo posterior de los nipones Takashi Miike y Takeshi Kitano.

Sung-hyun observa con ahínco la cartilla de la escuela del género y fija su mirada especialmente en la poética de combate sedimentada en la obra de John Woo. La impronta de semejantes tradiciones se expresa en la orgánica fluencia de adrenalina, frenesí y plasticidad que es su filme, editado además con suma precisión.

El narrativo es el aspecto menos reseñable de Boksoon debe morir, por escuálido. El guion se resume en que la asesina Gil Boksoon deberá despacharse a más adversarios que Bruce Lee en Operación Dragón, Keanu Reeves en John Wick o Uma Thurman en Kill Bill; los dos últimos, claros referentes del filme. Obvio, ella lo hará de la forma más estilizada posible, bien made in Korea.

Así, la película –mucho más preocupada por el continente que por el contenido–, elude reafirmar puntadas de manual en la caracterización de ese personaje central, al tiempo que se muerde la cola en varios de los repetitivos planteos de sus 139 minutos.

Boksoon… descuella por su vibrante estilo visual y energía; aunque a estas fechas tampoco impresiona mucho, vista en plano general. Sobre todo, tras irrumpir exponentes tan sabrosos de la pantalla de acción sudcoreana reciente como Carter (Jung Byung-gil, 2022).

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