ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
José María Vitier en concierto el pasado 27 de abril, en Casa de las Américas. Foto: Molina, Vladimir

De menos a más en términos instrumentales, pero con idéntica gravidez y goce, las luces de José María Vitier avivaron las llamas de la permanencia de Haydee Santamaría y Fina García Marruz en el imaginario cultural de nuestra época.

En vísperas del sexagésimo cuarto aniversario de la fundación de la Casa de las Américas, con la combatiente del Moncada al frente, y de cumplir un siglo de la llegada al mundo de una de las más notables poetas de la historia insular, el pianista y compositor protagonizó un concierto en la sala Guevara de la institución habanera, que culminó con el estreno mundial de Allí donde la luz, obra para piano, cuerdas, percusión y voces, basado en el poema Allí donde la luz, escrito por Fina a raíz de la muerte de Haydee.

Si los versos, por sí mismos, poseen la carga ígnea que trasmuta la pérdida (los que la amaron, se han quedado huérfanos / cúbranla con la ternura de las lágrimas) en recuperación y siembra (ríndanle honores como a una valiente / que perdió solo su última batalla), la música de José María avanza de la rispidez del treno, apuntalado por la percusión, hacia la plenitud de la imagen, en una obra que califica entre las más logradas composiciones elegíacas que se hayan escuchado en nuestro medio.

El concierto llegó a esa estación tras detenerse en parajes icónicos de una vendimia que he llamado en otra ocasión el sello Vitier. Tal vez debiera puntualizar, el de José María, puesto que su hermano Sergio también imprimió a sus partituras y ejecuciones una distinción muy particular, algo que llenó de orgullo a sus padres Fina y Cintio, exigentes y apasionados degustadores del arte musical.

En Ritual, el piano solo se basta para crear una atmósfera y subrayar, en la sección central, la ruta de la asimilación de los tambores trasplantados de África, mediante un empaque que recuerda los imponentes corales de Bach.

Música de cámara en cuarteto inusual pero cubanísimo dado el encaje percutivo, fue la de tres momentos (1, 4 y 21) de Bienaventuranzas, ciclo que José María concibió en tiempos de pandemia pensando en la maestría interpretativa de la flautista Niurka González, quien respondió a la altura de la propuesta. 

Los temas que caracterizaron al personaje de Carlos, en la banda sonora que compuso para el filme El siglo de las luces, de versión de Humberto Solás sobre la monumental novela de Alejo Carpentier, sonaron en el piano del autor, la flauta de Niurka y los integrantes de la Orquesta de Cámara de La Habana, a la orden de Daiana García, con el aliento vital que emanan del paisaje sonoro.

La reacción del público fue exultante ante la audición de Danzón imaginario, obra inicialmente escrita para piano que cobró inéditas resonancias a partir de la versión orquestal de José María, en 2011, retomada ahora por la misma formación anteriormente citada.

El programa se completó con Danzoneando en La Habana, del excelente pianista Rodrigo García Ameneiro, quien asomó de ese modo su promisoria veta autoral, con la colaboración en la ejecución de la violinista Tania Haase, y Martianas, piezas vocales de Beatriz Corona, por el Coro Nacional de Cuba, bajo la dirección de la maestra Digna Guerra, tres perlas de refinado lirismo.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.