
El título engaña; el corpulento animal que habita en las cuencas hidrográficas africanas es solo una astuta referencia en la trama de una canción que, estoy seguro, dará de qué hablar a medida que circule y sea apropiada por los tantos seguidores del dúo Buena Fe. El hipopótamo prueba que no hay tema esquivo para la creación cuando esta se asume desde la autenticidad y el compromiso con los valores humanos.
La canción integra la trama del más reciente álbum de Buena Fe, Morada, y comenzó su vida pública en plataformas digitales hace apenas unos días, como parte de la estrategia promocional y comercial del fonograma, perteneciente al catálogo de la Egrem.
A partir de la anécdota –la reacción de una pareja sorprendida por sus hijos pequeños mientras hacen el amor, y de estos últimos al asistir a una escena que escapa a su comprensión–, el compositor Israel Rojas saca chispas a las palabras, en un recorrido que va de la compulsión lírica –no será fácil a primera oída descifrar de qué trata el asunto– a la salida ingeniosa. Para un letrista como él, con largas horas de vuelo y depurado oficio, no dejó de ser un reto reflejar una vivencia si se quiere común –más allá del contexto inspirador, los días de confinamiento social en medio de la pandemia de la COVID19– pero hasta el momento inédita como eje temático en la cancionística cubana.
Al presentar la pieza, Israel lanzó dos preguntas un tanto tramposas, entrelazadas a manera de incitación: «¿Una canción para adultos que puedan cantar los pequeños? ¿Una canción para niños que puedan entonar los adultos?» Él mismo se responde: «Quizá esta sea una fórmula para salir airosos del atolladero». En efecto, aunque en su interpretación intervengan voces infantiles, El hipopótamo es una canción desde y para la adultez, es decir, desde y para la percepción de personas maduras.
Al escucharla, evoqué la aspiración martiana de querer «que los niños sean felices (…), porque es necesario que los niños no vean, no toquen, no piensen en nada que no sepan explicar», en lo cual los adultos tenemos una gran responsabilidad que debe nacer de una sensibilidad entrañablemente cultivada.
Haber confiado en Leandro de la Rosa para la realización del video clip de la obra constituyó un acierto. A los 32 años de edad se nos presenta como uno de los creadores audiovisuales que entiende qué significa servir a la canción, a la música, en función de comunicar sus esencias, sin que deje de expresar su propio talante creativo, como lo evidenció en los clipes Verso amigo, de Eduardo Sosa; y Cimarrón, de Harold López Nussa. En el caso de El hipopótamo, la recreación visual del tema destaca por el equilibrio entre realismo narrativo y sugerencia metafórica, lo cual incide en la pegada de la canción.
Es raro, además, a estas alturas, hallar a un realizador de videoclips que eluda los tópicos sexistas en la plasmación de obras musicales que tengan que ver con el amor, el desamor y las más diversas aristas de las relaciones sentimentales.
Israel Rojas también confió en De la Rosa para la promoción del primer sencillo que abrió las puertas a Morada, una canción que selló un nuevo hito en la colaboración trasatlántica del compositor cubano con el cantautor gallego Andrés Suárez. Para dar aliento a Café, De la Rosa impregnó las imágenes con los aromas de tierra adentro –el reconocido actor Félix Beatón como figurante principal–, en un tejido en el que la alusión bucólica se desliza contenidamente. He ahí otra prueba de servicio a la creación musical desde la poesía implícita –tono y pulso– del contenido audiovisual. Señal alentadora en estos tiempos.










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Mercedes dijo:
1
5 de marzo de 2023
00:51:27
Cira Delia dijo:
2
5 de marzo de 2023
10:10:03
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