ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El maestro Adalberto Álvarez. Foto: Ariel Cecilio Lemus

A menudo, cuando queremos mucho a una persona, la pensamos como si nos fuera a durar toda la vida, y el momento de su partida hacia la eternidad nos sorprende amargamente.

Nos pasó con Adalberto Álvarez, cuya memoria es celosamente preservada por su pueblo desde que hace un año nos dejara definitivamente.

Este privilegio de alcanzar la inmortalidad, añorada por reyes y emperadores, le ha sido otorgada al Maestro por la calidad de su obra y por la inequívoca sensibilidad de la nación cubana. Cuando hablamos de su legado, ejercemos el derecho de apropiárnoslo para entronizarlo en el complejo entramado de nuestra identidad.

Es el dueño de una proverbial capacidad para hacernos comprender que mientras más empeño pongamos en descubrir la sonoridad que aparecerá mañana, más nos conmoveremos por la existencia de un glorioso pasado musical que, por lejano que parezca, nos llena de sano orgullo.

A través de su laborioso quehacer, esta figura imprescindible del patrimonio cultural cubano nos confirma que nuestra música, –aunque para su mayor comprensión la hayamos dividido en épocas, géneros y estilos– cuando se le quiere de veras, en su conjunto, no acepta tales reducciones. En cualquiera de los discos de Adalberto nos deleitamos con esa sonoridad contemporánea del son que lo identifica, pero que a la vez nunca deja de remitirnos a un sabor criollo cuya fragancia aspiramos en los retoños reverdecidos lo mismo de un Ignacio Piñeiro que de un Arsenio Rodríguez. Quizá para definir el apego de Adalberto a un sentido de cubanidad que nos honra, viene como anillo al dedo la siguiente reflexión del venerable sabio cubano Don Fernando Ortiz: «Cuando se oye la música de la patria, la música del pueblo en que uno vio por primera vez la luz del sol, se experimenta más fortaleza, se siente más hondo, se palpita más sinceridad, y esa música sencilla y sentimental le hace cobrar a uno más bríos para batallar y vencer en la lucha por la vida».

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