
El esfuerzo por diversificar en la tv Cubana la procedencia de las series dramáticas no siempre se traduce en términos de calidad, y hasta puede que nos encontremos con un auténtico bodrio, como acaba de suceder con Pálpito (2022), producción colombiana concebida para las muy de moda transmisiones por streaming de la plataforma Netflix.
Un tema tan serio como el tráfico de órganos por mafias transnacionales queda atrapado entre las desventuras de un thriller mal contado y los acordes melifluos de la peor telenovela.
Había que matar a Valeria Duque (Margarita Muñoz) para que su corazón latiera en el pecho de Camila Duarte (Ana Lucía Domínguez), pero no había por qué especular con que la migración de sentimientos entre donante forzado y receptor para inventar una historia de amor entre el viudo (Michel Brown) y la cardiópata renacida. Ni que poner tantas caritas, muecas, arrumacos y lágrimas de arrepentimiento y culpabilidad en el rostro de la muchacha, ni que forzar la conexión de Simón Duque con ella, un hombre que llora la pérdida de su mujer y emprende una carrera de vengador casi en solitario, con disfraz incluido, y que de buenas a primera cae rendido ante los encantos de Camila.
Había que dar cara a los malvados; el más creíble, el siniestro Sarmiento (Luis Fernando Sánchez), que mueve hilos a las sombras del poder. Pero se les fue la mano con Zacarías Cienfuegos (lo único salvable, el nombre, como sacado de una novela del realismo mágico), que recorre la escala de lo inmoral a lo amoral desde su acartonamiento; con el comisario policial que, de palo para rumba, responde a la mafia mucho antes de que el espectador sepa que es víctima de un chantaje; con el Mariachi y su cohorte delincuencial, meras caricaturas desnaturalizadas.
Había tela para cortar acerca de la corruptela política, pero el candidato presidencial que se buscaron (el Braulio Cárdenas interpretado por Mauricio Cujar) es tan falso que se aleja de la más mínima referencia a personajes reales que corroen la vida pública en la escena latinoamericana.
Había tanto para sacar un producto medianamente admisible… Pero todo indica que su creador, el venezolano Leonardo Padrón, a fuerza de escribir para el mercado de su país de origen, olvidó las lecciones que alguna vez aprendió de sus maestros César Miguel Rondón y José Ignacio Cabrujas.
De Turquía pasó Las alas de la ambición, y con ella la posibilidad de ver una arista diferente de una producción que es marea en las pantallas del mundo. Aquí mismo Te alquilo mi amor se hace interminable y parece no avanzar. Haga la prueba, deje de verla una semana y creerá estar empantanado. Las alas de la ambición (2020) funciona de manera diferente, con una narración progresiva, tensa, que apunta al interior de la manipulación mediática en la era de la llamada posverdad.
Claro que hay ganchos, como el de utilizar dos rostros populares (los vimos en Amor en blanco y negro), uno de ellos inexpresivo e insolvente, Ibrahim Celikkol como Keran; otra, algo más convincente, Birce Akalay, una Lale Kiran que fuera mucho mejor si la puesta en escena no se detuviera demasiado en su rostro, en busca de respuestas que solo las da la trama.
Se dirá que el personaje desencadenante de la madeja, la joven becaria Asli, no pasa de ser un estereotipo en la proyección de Miray Daner. Demasiado malvada para ser real. Pienso, sin embargo, que a la creadora de la ficción, Meric Acemi, y al realizador Deniz Yorulmazer, lo que más interesó fue sacar a la luz la falta de escrúpulos de productores, generadores de contenidos y periodistas por tal de ser competitivos, o como se decía antes entre nosotros, dar el palo, seducir a las audiencias, vender emociones fuertes y asegurar la plata de los patrocinadores.
El show mediático de la serie turca no llega al desquiciamiento de BuzzFeed, el imperio estadounidense que convierte en frivolidad todo lo que toca, ni al «vale todo» que se revela en la serie Shot in the dark, que vendría bien como contenido aleccionador en el espacio Solo la verdad, para que se sepa cómo el interés informativo se divorcia de la ética, pero enseña la oreja peluda de la degradación mediática en estos tiempos.












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midiala dijo:
1
3 de agosto de 2022
08:29:45
Mercedes Baró Respondió:
5 de agosto de 2022
18:12:15
Kendrys dijo:
2
3 de agosto de 2022
10:33:50
Victor dijo:
3
3 de agosto de 2022
10:39:14
arojas dijo:
4
3 de agosto de 2022
13:35:15
Ray dijo:
5
3 de agosto de 2022
18:13:32
mario dijo:
6
4 de agosto de 2022
08:21:56
MDC dijo:
7
4 de agosto de 2022
08:39:37
Ahilesva dijo:
8
4 de agosto de 2022
14:44:12
Ruckminy Núñez dijo:
9
5 de agosto de 2022
10:01:30
mariana dijo:
10
5 de agosto de 2022
11:52:22
Lissypd dijo:
11
18 de diciembre de 2022
00:42:37
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