Nicolás Ruiz Espadero es uno de los grandes músicos cubanos del siglo xix. Así lo reconoce la historiografía nacional y dan fe de su existencia las numerosas referencias en las que hay elogios a la esencia cubana que palpita en toda su producción que resulta, como sabemos, la más rica contribución de este compositor. Es el caso del imprescindible Diccionario Enciclopédico de la música en Cuba, en cuatro tomos, del investigador Radamés Giro (2007). Habría que añadir que alguna zona de las composiciones de Espadero contiene la influencia del gran pianista y compositor norteamericano L. M. Gottschalk quien, a partir de 1854, residiera unos años en La Habana en donde se fragua una gran amistad entre ambos artistas.
El último día de agosto, en su amanecer, Luis Manuel Molina –gran guitarrista y promotor de la producción mundial tanto de la llamada música culta como de la popular– dedicó su espacio Músicos en el tiempo a esta figura extraordinaria.
Las interpretaciones de Cecilio Tieles al piano hicieron las delicias de los oyentes e hicieron patente la brillantez de sus ejecuciones marcadas por un timbre tan original como depurado. Este es uno de los más significativos aportes de Tieles al rescate de lo mejor de la composición cubana de siglos anteriores. Disfrutamos con creces su conmovedora versión del Canto del guajiro (1874). Y debemos apuntar que, ya en 1994, en Barcelona, había publicado su estudio Espadero, lo hispánico musical en Cuba.
Valió la pena, como dice el profesor Calviño, despedir así al último día de agosto, en un verano que no pudo librarse ni del ciclón Ida, ni de la cruel presencia en Cuba y el planeta de una pandemia, casi innombrable.
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