ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
En Homeland la condición humana sufre inevitablemente en los conflictos armados y en los atizados por el odio, la xenofobia y el racismo. Poster de la serie

Para quienes vieron Homeland (o Seguridad Nacional), de profusa circulación doméstica en los últimos años, o la descubren ahora los domingos en la noche por Multivisión, debo llamarles la atención sobre un dato revelador: la serie estadounidense cuenta, como antecedente, con otra israelí: Prisioneros de guerra.

Howard Gordon y Alex Gansa, guionistas de Homeland, acababan de poner punto final en 2010 a la octava temporada de la exitosa (millones de televidentes) y oportunista (aprovechando los efectos del atentado contra las Torres Gemelas) criatura mediática 24, cuando convinieron, con el israelí Gideon Raff, versionar lo que este había colocado en la televisión de su país dos años antes.

En Prisioneros…, tres soldados israelíes regresan a casa tras haber pasado largos años en manos de organizaciones armadas palestinas. Obviamente, estas últimas encarnan los malos de la trama, desalmados torturadores. Pero, al margen de la maldad del enemigo, Raff le concedió más peso a los traumas de la reinserción de los exprisioneros en el seno de sus familias. Homeland va por otro rumbo: espionaje y contraespionaje, y una enorme sombra de dudas que se despejan en pérfidas certezas en  torno al héroe yanqui de regreso en su tierra. A medida que avance la serie en su puesta televisual en el espacio dominical, habrá mucha tela que cortar.

De momento, lo que interesa compartir con los telespectadores es el modo en el que la conexión israelí gravita sobre la producción estadounidense y el rejuego ideológico, nada inocente, que de ello se desprende.

La condición humana sufre inevitablemente en los conflictos armados, mucho más en aquellos atizados por el odio, la xenofobia y el racismo. Los hebreos lo saben. El régimen nazi, primero para consolidarse dentro de sus fronteras y luego en su expansión imperialista por Europa, diezmó a la población judía mediante procedimientos criminales.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la decisión de las nacientes Naciones Unidas de partir en dos a Palestina, y habilitar dos Estados, uno para los hebreos (14 000 kilómetros cuadrados) y otro para los árabes (11 500 kilómetros cuadrados), y una zona bajo control internacional que debía atender a Belén y a Jerusalén, nunca fraguó. El expansionismo sionista, alentado principalmente por Washington, caracterizó desde entonces la actuación del Estado de Israel, que ha hecho caso omiso a los dictados de la comunidad mundial. Los sionistas les aplican a los palestinos la misma receta que los nazis les aplicaron a los suyos.

No todos los ciudadanos israelíes profesan las ideas sionistas, ni se hallan animados por sentimientos antiárabes.  Ni entre muchos palestinos, sobre todo los que viven en Israel, el odio a los hebreos es norma. Habría que aprender con la experiencia de la orquesta creada por el director y pianista argentino Daniel Barenboim. O de la convivencia armónica entre 15 familias palestinas e igual número de hebreas que comparten espacio en la pequeña villa Neve Shalom, a 15 kilómetros de Jerusalén.

La cúpula sionista es otra cosa, y los medios a su servicio desdibujan la realidad. Gideon Raff buceó en las historias de unos 1 500 exprisioneros israelíes de vuelta a casa. Halló experiencias personales terribles y lamentables, quién lo duda. ¿Y la otra cara de la moneda? ¿Las víctimas de más 50 años de detenciones arbitrarias, encarcelamiento y procesos judiciales amañados que han padecido los palestinos?

Human Watch Rights no es una organización partidaria y se sitúa bien distante de cualquier filiación izquierdista.  Hace tres años consignó en un informe cómo, desde 1967, las autoridades israelíes han detenido a cientos de miles de palestinos –incluidos mujeres y menores de edad– en virtud de órdenes militares, muchas de las cuales penalizan una amplia diversidad de actividades pacíficas. En momentos de agravamiento de las tensiones y de la violencia, se detuvo arbitrariamente a los varones, adultos y menores, de pueblos enteros en redadas masivas. Durante el levantamiento palestino, de 1987 a 1993, las fuerzas israelíes detuvieron a unos 100 000 palestinos. Además, han detenido arbitrariamente a decenas de miles de palestinos y los han recluido sin cargos ni juicios, en detención administrativa; entre ellos hay presos de conciencia. ¿Dónde queda esta realidad en las producciones audiovisuales israelíes o estadounidenses sobre el conflicto?

El analista Jack Sheehan ha destacado la presencia de la televisión israelí en la televisión estadounidense. En 2006, la serie ncis, de cbs, comenzó con una heroína israelí: un agente del Mossad llamado Zeva David. Durante nueve años, esta judía israelí, dura y sexy, y sus colegas estadounidenses, les dieron una paliza a los malos árabes y musulmanes. «Si los programas de televisión no fueran políticos y simplemente un entretenimiento inofensivo –subraya Sheehan–, no habría justificación para no incluir, por ejemplo, a una heroína palestina luchadora. (…) Considero Homeland una serie islamófoba para adultos. La mayoría de los espectadores desconocen que los programas de Bash-the-Arabs de Homeland se basan en una serie israelí: Hatufim (Prisioneros de guerra), y que Homeland fue creado por un productor israelí: Gideon Raff, y producido por otro israelí llamado Avi Nir.

Este produjo poco después Dig, ambientada en Jerusalén. Allí aparecen palestinos: una turba furiosa, violenta y gritona de radicales que brutalizan a un israelí, y luego golpean a la heroína estadounidense que trabaja con el consulado de Estados Unidos. Sheehan apostilla: «Las imágenes antiárabes y antimusulmanas de Raff y Nir en la televisión estadounidense son muy peligrosas».

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Miguel dijo:

1

11 de mayo de 2021

13:49:56


Con todo respeto, quienes fueron los que no aceptaron la decision de las Naciones Unidas?

Nts Respondió:


11 de mayo de 2021

23:58:11

Los palestinos fueron los q no aceptaron la decisión, pero bueno realmente hay q remontarse en las antiguas escrituras( Tora) que por decir el antiguo testamento. Muchas personas hablan y no conocen ni se han leído el antiguo testamento. Esa tierra pertenece a Israel . Su nombre viene por Jacob que dios le dijo ya no te llamaras así y aparte de ahora te llamaras ISRAEL y repartiras está tierra a tus hijos que son las doce tribus. Jacob es hijo de Isaac nieto de Abraham. La historia es larga bien larga, los judíos tuvieron q emigrar por la guerra, pero después pudieron regresar de Egipto porque dios les dijo regresen que yo les voy a devolver su tierra y así fue, lucharon y volvieron a hacerse de Israel. Es complejo pero hay que leerse el antiguo testamento para conocer que esa tierra pertenece a Israel.