Sin mucho ruido pero con apreciables nueces ha transcurrido por la programación de verano una serie documental que llama la atención sobre una de las más auténticas manifestaciones vernáculas de la cultura popular tradicional: las parrandas.
Pudo haberse ahorrado el Canal Educativo 2 el pesado gerundio, Parrandeando, con que tituló los materiales transmitidos cada lunes a las 7:00 p.m. Es solo un detalle gramatical. Lo importante es la manera en que el equipo de realización, por cierto mínimo, encabezado por Yeidel Hernández, rastreó y mostró diversas facetas de las parrandas, a partir de una narración que combinó elementos reporteriles, documentales y testimoniales.
Quizá los habitantes de Remedios y Camajuaní, Caibarién y Vueltas, Zulueta y Guayos, Zaza del Medio, Chambas y Punta Alegre, por el hecho de vivirlas todos los años desde adentro, no tengan idea de la delirante singularidad de tales sucesos.
No hay por qué concederles, como a veces se ha dicho, una jerarquía menor a las parrandas en el repertorio de fiestas populares cubanas; valen y pesan por sí mismas, al lado del Carnaval de Santiago y las Charangas de Bejucal, y constituyen un ejemplo de patrimonio vivo de la nación, que desborda el marco territorial –la región central de la Isla– donde tienen lugar.
Si el detonador en casi todos los casos fue una festividad patronal religiosa o los intereses de avispados comerciantes, las parrandas arraigaron pronto en el imaginario popular.
Confraternidades y rivalidades barriales, secretos bien guardados y sorprendentes novedades, liderazgos y linajes parranderos, sucesiones generacionales tomaron cuerpo en cada una de las entregas de la serie. El sentido de pertenencia y el orgullo de ser protagonistas y testigos de la explosión parrandera salió a flote, por encima de las filiaciones a ñañacos y jutíos, sapos y chivos y otras de las curiosas denominaciones de los bandos en disputa.
Estampas que solo se explican mediante los procedimientos creativos del realismo mágico, las carrozas o trabajos de plaza –según se muevan o permanezcan fijas– generan asombro y estupor entre quienes avistaron por vez primera la manifestación más deslumbrante de la parranda: la concreción temática de insólitos pasajes y fábulas, que nos remiten a referencias culturales exóticas. Monumentos descomunales del arte popular, lo mismo nos remiten al reino de Poseidón que a la Roma clásica, aunque vimos ya la nefasta influencia, en una fiesta reciente de un poblado espirituano documentada en la serie, de la hegemonía visual de Hollywood, algo para cuestionar.
Como espectador de Parrandeando, no pude sustraerme a algunos recuerdos. Uno, el de Rapi Diego, excelente documentalista, entre el fuego cruzado y las luces de los sapos y chivos de Camajuaní, mientras registraba un filme que merece ser revisitado. Otro, los trabajos y los días del poeta René Batista Moreno, por preservar la memoria de las parrandas villareñas. Y un tercero, cómo no, para Samuel Feijóo, que gozó de lo lindo y promovió cada invención parrandera. «Esto solo se le ocurre a gente muy loca que está cuerda», sentenció.










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Alina dijo:
1
25 de agosto de 2017
08:07:21
fiu dijo:
2
25 de agosto de 2017
10:06:28
Vladimir Hernández dijo:
3
25 de agosto de 2017
13:44:15
Yo dijo:
4
25 de agosto de 2017
15:05:26
Yeidel Hernández Respondió:
28 de agosto de 2017
10:03:31
Yo dijo:
5
25 de agosto de 2017
15:10:55
Luis Francisco Jacomino dijo:
6
29 de agosto de 2017
06:22:52
elier dijo:
7
29 de agosto de 2017
10:11:30
elier dijo:
8
29 de agosto de 2017
11:29:38
El Ñero dijo:
9
31 de agosto de 2017
15:14:52
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