
Meses atrás fui a un nuevo encuentro con Roberto Gottardi. En una nave de la Fábrica de Arte Cubano se hallaban desplegados planos, maquetas de diseños escénicos, imágenes fotográficas. El título de la muestra era elocuente: Sin dogmas y con muchas dudas. «Esa ha sido mi filosofía creativa. Cuando proyecto, me gusta experimentar, soñar con las formas, sin olvidar que la arquitectura tiene que ser funcional, ni dejar de tomar en cuenta disponibilidades materiales y recursos humanos para su realización. También, antes, durante y después del proceso de creación, me cuestiono todo lo que hago, porque es de gente vanidosa jugar a ser dios».
El deceso este lunes en La Habana de Roberto Gottardi, a los 90 años de edad, marca el final de una vida consagrada a la arquitectura y, a la vez, el comienzo de una leyenda. Si desde hace buen tiempo Gottardi era una referencia
ineludible en el ejercicio de su profesión en Cuba, en lo adelante habrá que volver una y otra vez la mirada a su obra y pensamiento.
Ahí está la Facultad de Artes Escénicas de la Universidad de las Artes, concebida inicialmente para albergar la especialidad de teatro de la Escuela Nacional de Arte, de Cubanacán. Ese conjunto de edificaciones, con toda justicia, es considerado como uno de los momentos cumbres de la arquitectura cubana de la segunda mitad del siglo XX.
Veneciano de origen, Gottardi llegó a Cuba a finales de 1960. Se había graduado en 1952 en su ciudad natal y trabajado en Milán y Caracas. El cubano Ricardo Porro, coordinador general del proyecto, y el también italiano Vittorio Garatti, integraron el equipo que se planteó reflejar en la arquitectura el espíritu de las transformaciones revolucionarias que tenían lugar en la Isla.
Señal inequívoca de la política cultural de los nuevos tiempos fue precisamente la propuesta formulada por el Comandante en Jefe Fidel Castro para que, en predios anteriormente exclusivos de la alta burguesía, se fundara un centro para la formación de jóvenes artistas.
Aún cuando se trata de un proyecto todavía y, por muy diversas y complejas coyunturas, inacabado, Gottardi en su escuela consiguió introducir elementos sorprendentes en el diseño: una composición poligonal sugestiva, una recreación a la cubana de la villa típica medieval, y una integración de los espacios funcionales a la idea misma del teatro como espectáculo.
Esa capacidad innovadora y la voluntad de hacer de cada proyecto un testimonio de las aspiraciones sociales de la época, se puso de manifiesto en otras realizaciones suyas, como el Puesto de Mando de la Agricultura en las afueras de La Habana. Es que para Gottardi no se podía reducir el papel del arquitecto a «cumplir con unas pocas variables, fácilmente alcanzables como construir bien, que el edificio no se raje, no le entre agua, ni sol excesivo, en el mejor de los casos».
Fueron significativos sus aportes al diseño escenográfico, con participaciones destacadas en obras de la compañía Danza Contemporánea de Cuba y el Festival Internacional de la Canción Popular, de Varadero. De igual modo cabe destacar su desempeño en la formación de nuevos profesionales en la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echevarría (Cujae).
Su legado, en términos conceptuales, es el que se resume en estas palabras: «La arquitectura tiene que ser poesía. La poesía uno la juzga en base a las emociones que te da y si rompe con todas las normas de la lengua y la sintaxis no importa. La arquitectura muchas veces es juzgada por sus cometidos prácticos y la arquitectura tiene que crear emociones y hacer vibrar a la gente».










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Miguel Jorge dijo:
1
22 de agosto de 2017
08:07:56
ENRIQUE dijo:
2
22 de agosto de 2017
09:40:26
Andrachi dijo:
3
22 de agosto de 2017
19:09:06
Roberto dijo:
4
23 de agosto de 2017
05:18:35
Mauro dijo:
5
23 de agosto de 2017
11:50:30
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