
En un mundo donde predominan los que no se mojan, Julio García Espinosa apostó por vivir bajo la lluvia. Todo el tiempo. Sin paraguas. Poniéndole el pecho y la cara a la llovizna que llegaba desde arriba. Su cine lo dice y reafirma; también lo hace el libro de Dolores Calviño, más conocida como Lola, la mujer que acompañó al cineasta hasta el fin de sus latidos. Vivir bajo la lluvia (Ediciones ICAIC, 2016); sin embargo, no es un cumplido, sino un canto a la libertad de pensamiento, a la imperfección como criterio estético de cambio, al riesgo de la crítica como garantía de un cine revolucionario.
Los intelectuales Graziella Pogolotti, Roberto Fernández Retamar, Víctor Fowler, Cristina Venegas, Ana López, Antonio García Borrero, Manuel Herrera y el documentalista inglés Michael Chanan, moderados por Reinaldo González, así lo expresaron este sábado, cada uno a su modo, durante un coloquio que culminó con la presentación del título, a raíz de los homenajes a Julio (Premio Nacional de Cine 2004) en el contexto del 38 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
Afuera de la Casa del Festival, escogida para la cita, llovía, más allá de las metáforas.
Bajo la otra lluvia, Fowler resaltó que el autor de Las aventuras de Juan Quinquín, transitó por lo popular hasta convertirse en revolucionario dentro del cine de vanguardia. En la misma línea, Manuel Herrera recordó que Julio había sido el negrito de una compañía de teatro bufo y que jamás despreció expresiones de la cultura popular. Quien fuera un ícono del cine latinoamericano desde el lado de la teoría, según Ana López, tenía, al decir de Reinaldo González, una visión colectiva y la absoluta certeza de que tan importante es una ópera, como una guaracha en un solar.
Por su parte, Lola destacó entre las premisas del libro, el interés por remover las ideas de su esposo, como revolucionario y como hombre. «La Revolución nos había dado dos cosas: capacidad de pensar por nosotros mismos y la capacidad de decir», precisó.
Al respecto, expuso Michael Chanan, «me enseñó cómo entender la Revolución Cubana, no solo en lo político, sino como revolución cultural».
Fue una idea compartida durante el coloquio que Julio, amigo, maestro, padre intelectual para algunas generaciones de cineastas, vio en el cine un dispositivo de crítica, y lo ponía todo bajo sospecha. «Sin el riesgo de la crítica, no puede haber un cine revolucionario», declaró Francisco López Sacha, a cargo del prólogo.
«Ni Hollywood, ni realismo socialista, ni cine moralizante ni perfecto», agregó, en tanto hacía una cardinal referencia al cine imperfecto bautizado por el también fundador del Nuevo Cine Latinoamericano y la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños.
Vivir bajo la lluvia nunca es fácil. Entraña firmeza de carácter y vocación de lucha por tus ideales contra cualquier barrera, si se emplean los términos de su hijo. Pero Julio, desde el respeto, sabía cómo manejar las tramas, con sus correspondientes dosis de ironía, mientras el agua le caía en el rostro y en el pecho.
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