ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Sharing Stella, incluida en la competencia de Ficción de la 38 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Foto: Fotograma de la Película

Es La Habana, diciembre del 2014. Un director de cine prepara un montaje teatral de Un tranvía llamado deseo y busca un ideal de intérprete para el personaje de Stella… En medio de una noticia política y la levedad con que afrontan sus vidas, los actores, compartiendo a Stella, nos ofrecen un retrato existencial de sus vidas. Con esa sinopsis, la historia que cuenta Enrique (Kiki) Álvarez en su cinta Sharing Stella, se incluye entre los largometrajes cubanos en concurso, del 38 Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano. Sobre esta película, coproducción cubano-colombiana premiada por el propio festival en su edición anterior, en el apartado de posproducción, conversamos durante unos minutos con Kiki, también profesor de la Escuela Internacional de Cine y Te­levisión de San Antonio de los Baños. El pretexto fue, como suele decirse, hacerle una preguntica, que luego se convirtió en una más, dos, tres, cuatro…

—¿Qué expectativas tiene para el 38 Festival Internacional de Cine Latinoamericano  con Sharing Stella?

—Sobre todo me interesa ver cómo la gente se relaciona con una película que, de alguna manera, es un retrato de una generación de actores, bastante jóvenes. Básicamente eso. No tengo ninguna expectativa de premios ni mucho menos. Creo que la competencia del Festival de La Habana es muy fuerte. Casi todos los años, como este, vienen películas muy sólidas, con un recorrido internacional, vienen de ser premiadas. Y yo creo que en estos momentos en el cine cubano es muy difícil generar una obra de madurez que pueda competir con este tipo de realizaciones que responden más a un canon internacional de lo que es una «buena película», una buena historia.

«Desde mi punto de vista el cine cubano está metido en un proceso de volverse a mirar a sí mismo, reinventándose, y las películas son muchas veces experimentales, menos terminadas, que responden más a un proceso de trabajo. Y también en un clima cultural en que el cine está muy deteriorado y no permite que surjan grandes películas».

—En un contexto cada vez con más tendencia a la coproducción cinematográfica, ¿cómo ves el cine de autor?

—Los trabajos pasan por un proceso de asesoría que los hace crecer, les permite a los realizadores y a los productores tener un diálogo que acompañe el crecimiento de una película, y eso marca mucho la manera de coproducir. O sea, coproducir hoy día no es lo mismo que hace diez años, que eran dos países que se ponían de acuerdo y había un país que presentaba un proyecto y al otro le gustaba y lo hacían. No. Es un formato que permite toda una red de relaciones de cómo se arma un proyecto. Yo, por ejemplo, no trabajo así. Mis películas las ruedo con muy pocos recursos, no busco financiamiento prácticamente. La última vez que buscamos financiamiento, lo hicimos a través de un crowdfunding (modalidad de micromecenazgo con participaciones sociales), y mis películas son en coproducción porque mi socio, digamos mi socio creativo —es más creativo que otra cosa—, que es fotógrafo, no es cubano, sino colombiano. Nuestras películas son coproducciones, pe­ro, por ejemplo, son coproducciones no oficiales porque él nunca logra «hacerlas colombianas», por no cumplir una serie de requisitos que deben tener las películas para tener una nacionalidad, en este caso la de Colombia.

—Pero te refieres a un tipo de coproducción que va más en el sentido autoral, de la idea… ¿cómo sería en otros casos?

—En el sentido del circuito más institucionalizado de cómo hacer una coproducción, ese tipo de películas están más marcadas por tener que cumplir una serie de requisitos de los países que participan. En el elenco, normalmente tiene que haber técnicos y actores de ambos países (en caso de que sean solo dos países), y eso va condicionando la manera de cambiar el proyecto. En cuánto incide eso o no en la autoría, depende del autor, depende del productor que levante el proyecto, de cómo defienda a su director, a su autoría, a su historia y a su guion. Puede haber gente que levante el proyecto a través del circuito, que mantenga su idea original y sus condiciones de trabajo originales, y su manera de entender el cine y hacerlo todo el tiempo; y gente que lo vaya variando a partir de toda esta relación.

—¿Es posible hacer la aseveración, entonces, de que hoy día no es posible —valga la redundancia— concebir el cine si no es a través del concepto de coproducción?

—No. Hmm… Depende del proyecto. Para sus películas, cada cual encuentra un diseño de producción. En mi caso personal, hago películas con un diseño de producción que me permita tener pleno dominio de la etapa de realización. Después lo que hago es asistir a premios de posproducción que me permitan terminarla, pero que ya no inciden en cómo la filmé. Son este tipo de premios como el del Festival de La Habana que yo gané el año pasado con la película que estreno ahora (Sharing Stella, 2016). Es un premio que se da a partir de ver la película montada ya, y una serie de empresas que apoyan, te dan facilidades para terminar la película, pero ya no pueden condicionar lo que es, ni lo que esa película va a ser. Es un premio que ya tienen muchos festivales: el de La Habana, el de Gua­dalajara, lo tiene Ventana Sur. Ahora hay una película mía en Ventana Sur compitiendo en un premio de posproducción. La  filmamos de manera independiente con muy pocos recursos durante en cinco días. Tenemos un montaje con el que acudimos, nos seleccionaron, y estamos a la expectativa de lo que pase. ¿Su título?: Las Chambelonas.

—¿Cómo ha llevado el hacer cine —en activo— con ser profesor de la Escuela de Cine y TV de San Antonio de los Baños?

—Mis últimas películas están rodadas en muy poco tiempo, máximo 15, 16 días, y las últimas las he hecho en periodo de vacaciones. Sharing Stella y Las Chambelonas las rodé en diciembre del año pasado, cuando se acabó el festival. Para nada me crea problemas estar trabajando aquí, todo lo contrario, me llena de motivaciones todo el tiempo y he aprendido maneras de hacer. Entonces para mí este lugar es como una fuente de energía, en la cual yo doy y también recibo.

Kiki responde de manera concluyente. Ya no puedo exprimir más aquello de la preguntica, aun cuando siempre es placentero escuchar a los cineastas. Aunque el diálogo ha terminado, en mi mente se queda su frase como alegoría: dar y recibir. ¿Por qué no?

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José Luis dijo:

1

12 de diciembre de 2016

15:36:26


Realmente lo que demuestra en su comentario KIKI, es que se puede hacer buen arte sin grandes recursos y ambiciones.