ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

El reciente Concierto Latinoamericano de la Camerata Romeu en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso permitió no solo constatar la madurez adquirida por el ensemble de cordófonos dirigido por la maestra Zenaida Romeu, sino paladear algo que infrecuentemente ocurre en la escena musical cubana: todo un repertorio de nuestra área geopolítica, con protagonismo insular, que en el estilo de estas muchachas que parecen fundidas, o verdaderas extensiones de sus instrumentos, adquiere connotaciones muy singulares.

Y no solo fue la región en sí misma sino homenajes desde el patio a compositores y ritmos de ella, como pudo apreciarse en algunas obras de Yadira Cobo, una de las integrantes de la Ca­me­rata que se ha tomado muy en serio, afortunadamente, el rubro de la composición: su Huapango, por ejemplo, aprehendió el sabor de ese aire azteca desde una perspectiva cubana, aunque ya puestos a considerar su labor en términos generales, admira la manera en que la joven logra aglutinar ecos de las vanguardias con la tradición, incorporar elementos del aleatorismo y la contemporaneidad a lo clásico en piezas como In­tri­ga de las hormigas o Volverse isla.

Sin salir de los homenajes, valga referirse a otro: el del mexicano Arturo Márquez a ese continente brasileño que es Egberto Gismonti, con todo lo agreste y selvático que define buena parte de su hacer, o el que todo el colectivo emprende respecto al inigualable tango sinfónico de otra “galaxia”: el argentino Astor Piazzola. No gratuitamente sus títulos Libertango, Oblivión o La Muerte del ángel estuvieron entre los más aplaudidos de la noche.

No puede olvidarse el recorrido por los “monstruos” sagrados del patio: Carlos Fariñas, Ro­berto Valera y Leo Brouwer engalanaron un re­pertorio que también incluyó un clásico como La Bella cubana, de José White, donde el lirismo y la delicadeza de la música que parece escrita ahora mismo, demuestra que no hay divisiones entre los tiempos, solo grandeza y talento.

Un Final obligado, Fariñas mediante, debe ser el encomio al empaste, la ductilidad y la energía de las intérpretes bajo la batuta de Romeu; la originalidad de los arreglos que se desmarca de otras lecturas para emprender interpretaciones propias y la recuperación, como puede inferirse de esta nota, de un repertorio que nos engrandece como nación no solo literal, sino en el sentido de patria grande: esa extensión que, también musicalmente, se prolonga del Bravo a la Patagonia, y que la Ca­merata Romeu logra habitar y transitar con orgullo y conocimiento de causa desde sus cuerdas.

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Zenaida Romeu dijo:

1

25 de abril de 2016

13:08:56


Ahí va, saludos.