Julia Hernández, una enfermera jubilada de 65 años, no pudo pegar un ojo en la noche de este viernes. Apenas dio dos o tres pestañazos antes del amanecer, porque la excitación por ver en vivo a una de sus artistas favoritas la mantuvo en vilo hasta que llegó sobre las 10:00 a.m a la Tribuna Antimperialista José Martí, para agenciarse un “hueco” lo más cerca posible del escenario donde Olga Tañón ofrecería un multitudinario concierto horas después. Había llegado junto a su hija desde San Miguel del Padrón y varias amigas del barrio que le profesan la misma devoción a la cantante puertorriqueña. En sus manos un cartel con la frase “Olga, te queremos”. “Esta es una experiencia inolvidable, tengo casi todos sus discos, pero nunca pensé verla en vivo. Esta emoción me durará mucho tiempo”, dice Julia cerca del escenario donde la cantante le pone salsa picante a sus canciones y el público le dispara elogios desde todos los flancos posibles.
Pero esta enfermera no es la única que tomó la instalación capitalina desde las primeras horas de la mañana. Junto a ella se divisaban decenas de admiradores de la boricua que incluso habían comprado poco antes un disco suyo en las estanterías callejeras, para ver si los acompañaba la suerte de alcanzar un autógrafo de esta artista bautizada como La mujer de fuego.
Y realmente fuego no le faltó al malecón habanero, donde casi 400 000 personas, según los organizadores, fueron poseídas por el merengue endemoniado de Olga Tañón en un concierto dirigido por el maestro Joaquín Betancourt y el puertorriqueño Ángel Hernández.
Podemos mencionar sus hits que se han colado en la cima de las listas de la música popular latina, el recorrido que la condujo a alcanzar cinco Grammy, sus conciertos en acreditados escenarios de Estados Unidos y América Latina o su participación en el concierto Paz sin fronteras, donde actuó a pesar de estar aquejada de un problema de salud, o su perfecta comunicación con el público que cantaba y se movía como pudiera allí debajo, donde no había espacio ni para respirar.
Pero hablar de Olga Tañón es hablar también de una parte importante de la música popular de Puerto Rico, y de la herencia musical de un país que manifiesta una relación de ida y vuelta con la cultura y la música cubanas, algo que reverenció con la invitación que cursó a compartir escenario a respetadas figuras de la música cubana como el saxofonista César López, el tresero Pancho Amat, el compositor e intérprete Descemer Bueno. También llamó al grupo Qva Libre, quien junto a Descemer participará en la grabación del próximo álbum de la boricua.
Los temas de la Tañón tienen un fuerte arraigo entre una amplia franja del público cubano, tanto en La Habana como en otras provincias del país. Sus canciones son una invitación a bailar a toda costa, a militar en esa revolución de caderas que arrancó desde que la boricua desplegó la fuerza de su voz hasta que terminó el banquete merenguero y el torbellino se retiró del escenario.
Comulguemos o no con esta zona de la música latina, hay que reconocer que su obra, elaborada con los afluentes de mayor empaque del merengue, el pop y la tradición salsera puertorriqueña, es una música bien elaborada que pega duro en los bailadores y carga todo el “azúcar” de los ritmos populares latinos y caribeños.
Es, al fin y al cabo, una explosión de ritmo que atrapa a sus seguidores y los hace sentirse parte de un universo donde por momentos lo único que importa es sentir en el estómago o en el corazón la explosión que sale del escenario y llega hasta no se sabe dónde.
Dos horas y 19 canciones fueron suficientes para que la puertorriqueña conquistara a miles de cubanos que durante mucho tiempo llevan esperando ver en vivo a artistas internacionales de todos los géneros (porque, se sabe, los cubanos no tienen gustos ni intereses uniformes), algo que parece puede cumplirse definitivamente a partir del próximo año. Incluso la Tañón, consciente de que hay muchos músicos interesados en redescubrir al público cubano, volvió a exhortar a artistas de todo el mundo a tocar en la Isla.
Pero la boricua, a quien la Asamblea Provincial del Poder Popular en la capital le entregó la Llave de la ciudad, quiso ir un paso por delante y alinearse en el bando de los que abren puertas, y lo hizo con esa tremenda andanada de salsa y merengue que también, por qué no, le ha servido a muchos cubanos para armar un buen rumbón en cualquier parte del planeta.












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