
Puedo decir, con certeza, que son casi unos desconocidos en la escena cubana. Siendo un poco optimistas, podríamos dar un voto de confianza y arriesgar que, al menos, los melómanos han escuchado su nombre de oída alguna vez y se han interesado luego por recopilar algunos de sus discos. Ciertamente, este grupo de música electrónica es como esos fantasmas que todo el mundo asegura que existen pero que, finalmente, nadie nunca ha llegado a ver. Ya saben: aquí también se trata de hurgar hasta lo posible en las periferias, en las raíces de expresiones culturales alternativas, que a pesar de su indiscutible impacto y calidad (nadie en su sano juicio dudaría de la trascendencia de la música electrónica para este siglo) permanecen en las sombras, y desde ahí, levantan las columnas de todo su cuerpo creativo para cobrar vida en todo su esplendor.
El grupo Nacional Electrónica, perteneciente al Laboratorio de Música Electroacústica, ha asomado la cabeza en ocasiones desde la oscuridad de la escena subterránea, viviendo algunos tímidos escarceos con los medios o con algunos espacios de conciertos más establecidos, pero no ha recibido los créditos que merece y ha regresado a su espacio natural, para continuar entregando una de las propuestas más reveladoras e inteligentes de la escena electrónica y de la música contemporánea en Cuba.
Fundado en la entrada de los años 2000 por los productores y djs Alexis de la O y Edwin Casanova, el dúo ha permanecido en el underground debido, entre otras cosas, a que a sus miembros no han hecho concesiones en sus coordenadas creativas para entrar en el mundillo de la fama ni de los clubes de moda que reciben con los brazos abiertos a los djs con una propuesta orientada hacia el costado más comercial de la electrónica. Por otro lado, la alineación ha desafiado lo que significa amanecer cada día defendiendo fórmulas que rompen esquemas y dan vida a conceptos sonoros que tributan, no obstante, a la expansión cultural de la Isla.
No nacieron en las capitales de la música electrónica mundial, pero por el trabajo presentado cualquiera podría pensar que recorrieron el mismo camino que las bandas que, sin ser famosas, gozan de prestigio internacional. En su carrera han absorbido influencias del quehacer de las alineaciones más experimentales del género, fusionándolas con un pensamiento y un estilo muy propios, algo que no se puede hacer todos los días en el ámbito de los sonidos diseñados con la ayuda de las máquinas.
Revisando al detalle su discografía uno encuentra materiales como Llegamos al Futuro (2005), Plazas y Precipicios (2005), Mouse music (2006) o 3 Milenio (2008), publicados de forma independiente. Son álbumes que hablan de la destreza de Alexis y Edwin para tomar de la tecnología los recursos sonoros suficientes y que sirven como prueba de que, para entender a cabalidad la música cubana de hoy, hay que desprenderse de las etiquetas con que se suele observar frecuentemente en todo el mundo.
La discografía de la banda sufre variaciones a lo largo de los años. No es un territorio estático, invariable. En ella se percibe que sus autores no se sienten cómodos con que un solo estilo planee sobre su subconsciente y experimentan transformaciones desde sus mismos inicios. Tras una primera etapa filtrada por pasajes sonoros distorsionados, tupidos y primitivos, a tono con las propuestas más radicales de la electrónica mundial, la alineación ha entregado en los últimos años materiales con ritmos más reposados y atmosféricos que, por momentos, parecen dedicarle guiños a la impagable influencia de Brian Eno, compositor de música electrónica y experimental.
El grupo, que ha logrado presentarse en Casa de las Amércias y en los festivales Primavera en La Habana y Proelectrónica a pesar de la escasa divulgación de su obra, ha madurado su pensamiento creativo en los últimos tiempos (algo que se percibe muy bien en sus producciones recientes) estableciendo vínculos muy cercanos con la compañía Danza Contemporánea, específicamente con uno de sus coreógrafos, el exbailarín George Céspedes. De ese intercambio surgieron las bandas sonoras de las obras Mambo 3XXI, Identidad -1 y Matria Etnocentra, trabajos que ponen de manifiesto igualmente el tremendo potencial de Edwin y Alexis para irse a los extremos y triunfar en otras disciplinas de la creación artística.
En un mundo ideal, Nacional Electrónica tuviera posibilidades de defender su música en los teatros, de grabar sus discos como corresponde y de darse a conocer entre la mayoría de los melómanos que siguen las tendencias representativas de la evolución sonora de estos tiempos.
No obstante, como el núcleo duro de los grupos del ámbito alternativo cubano, este dúo se eleva sobre las barreras conocidas y sigue alcanzando cotas nunca antes vistas en la escena nacional.












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