
Con Patricio Wood uno puede hablar durante horas y sentir que está teniendo una conversación de infinitos matices sobre la actuación y la vida. El actor posee esa capacidad poco usual de llevar el análisis de una idea hasta sus últimas consecuencias, para recrearse en ella, explorarla en sus más diversas e insólitas posibilidades, sin perder el sentido del humor y la ironía. Hombre apacible, quizá por su condición de cojimero natal, y amante de la música, Patricio es un rostro que bien reconocemos en la pantalla grande y al que hemos visto madurar desde sus 15 años hasta sus actuales 54.
Se considera a sí mismo un actor eminentemente stanislavkiano y no le interesa si el personaje que va a interpretar es protagonista o no. Cualquiera, aunque sea pequeño, lo hace “con toda la intensidad del mundo”. Hijo de dos grandes actores: Salvador y Yolanda, ha logrado imprimirle una luz natural y personalísima a su carrera, aunque la influencia de sus padres —reconoce—es innegable. Precisamente por ahí, comenzamos esta entrevista.
—¿Cuánta influencia tuvieron sus padres en su vocación como actor?
—Creo que mucha, pero no quisiera hacer una relación matemática en eso de que por ser hijo de actores me gustó la actuación, porque no siempre es así. Ellos tampoco hicieron una insistencia explícita para que me gustara ni me indujeron a que fuera actor, pero indudablemente el ejemplo de mi padre —sobre todo— a mí me impresionaba.
“Si no hubiera sido hijo de Salvador hubiera sido un fan de su trabajo, porque me gustaba mucho la manera tan entregada y constante que mostraba y cómo, ante detalles que pueden ser mínimos, él se empeñaba tanto. Ese tipo de cosas a mí me fueron cautivando desde niño.
“Mi mamá, por su parte, siempre fue un gran apoyo. Ambos fueron muy importantes en mi formación, en mi manera de asumir la vida y me enseñaron en qué pensar cuando se te puede presentar un momento de éxito”.
—Bueno, ya que hablamos de grandes actores como lo es Salvador, puede mencionarnos sus paradigmas en la actuación.
—Hay actores en los que he creído mucho y me han encantado. Recuerdo a Luis Alberto Ramírez en una película como Ustedes tienen la palabra. De él me cautivó su naturalidad, después lo conocí y fui descubriendo poco a poco que el encanto de los grandes actores radica en su persona porque la escena te esconde aun cuando te muestra, tiene esa magia.
“Me seducen los actores que cuando bajan del plató, empiezan a ser personas encantadoras. A mí, por lo menos, la modestia es la que más me llama la atención, la espontaneidad y la sinceridad fuera de escena.
“Así descubrí a actores muy importantes cuando hice El brigadista como René de la Cruz, Mario Balmaseda, quien recibe el beneficio de que convivan en él la teoría y la práctica; Sergio Corrieri cuando tuve la oportunidad de hacer En silencio ha tenido que ser, pero no puedo dejar de mencionarte una de las oportunidades más bellas que tuve en mi vida, que fue trabajar junto a Tito Junco en Guardafronteras.
“Creo que su trabajo es un modelo impresionante de actuación, de caracterización, de sinceridad. Tito logró con el personaje de Patapelúa el premio de actuación masculina en Moscú en el año 1980, lauro que comparte con una enorme actriz con la cual no he tenido la oportunidad de compartir pero que considero es la mejor actriz de Cuba, que es Daisy Granados”.
—Hablemos de actuación entonces, ¿cómo se prepara para abordar un personaje?
—Bueno, uno siempre defiende la tremenda oportunidad que es recibir la noticia de que te han seleccionado para hacer algo.
—¿Aun después de tanto años?
—Sí, se recibe con el mismo entusiasmo y la emoción del actor siempre está condicionada. No es una emoción de plena felicidad, es responsable, siempre uno pretende que lo reten, porque es lo que te va poniendo a prueba y el actor vive ahí, en el dilema, en el problema, en qué te dan y qué te piden.
“Yo digo que la actuación es un dilema y uno tiene que encontrar la forma para resolverlo. El éxito del trabajo sobre el personaje reside en que el actor se percate de sus propias cualidades y facetas, y las ponga en sintonía con lo que demanda el personaje.
“Defiendo y cuido mucho la primera lectura, preparo las condiciones para que mi colisión con el personaje sea lo más descontaminada posible. Te hablo, por ejemplo, de saber en qué momento y en qué lugar se puede leer, tratar de hacer una lectura sin detenimiento, tal y como lo va a consumir el público, de ese modo te conviertes en el primer público de tu propio trabajo y, a su vez, el personaje te deja caer como una cascada todos sus colores, temperaturas, sus bondades y dificultades. Ese primer encuentro es fundamental.
“Esto es un recurso del que me he dotado en esa importante convergencia que dan la teoría y la práctica. Creo que la vida merece un método y trabajar para una finalidad. Las profesiones van moldeando a las personas y en el caso del actor hay cosas esenciales que van marcando la personalidad y una de ellas es que las cosas tengan un fin, porque en un espectáculo el final es tan importante como el clímax y el principio”.
—Y cuando termina un trabajo, ¿puede quedar perseguido por un personaje?
—Sí, puede pasar. A veces el personaje te demanda tanto y también hablemos de la ley de los cambios cuantitativos, llega un momento en que hay que ver la cantidad de tiempo que desarrollas ese personaje, no es lo mismo hacer un personaje un día, que hacer un personaje durante dos meses o hacer una temporada teatral.
“Se debe tener en cuenta, además, las circunstancias en las que llega el personaje a ti, acuérdate que un hombre no se baña siempre en el mismo río, no solamente porque el agua pasa sino porque el hombre no es el mismo. Digamos que los personajes son aviones y tú eres el aeropuerto, hay que ver cuándo llegó ese avión y en qué circunstancia estaba el aeropuerto. A veces uno está más vulnerable y hacemos trabajos en donde nos va la vida”.
—¿Cuál ha sido el personaje que más trabajo le ha costado afrontar?
—Interpretar a Camilo Cienfuegos fue un reto de los grandes. Recientemente he hecho un personaje duro en la película La Emboscada; la propuesta que me hizo Tomás Piard para La ciudad fue interesante, y otro personaje interesantísimo que acabo de hacer con Fernando Pérez en donde se sobrecumple la búsqueda del ser humano, de la magia y el escondite del arte.
—Hablemos de su experiencia en Teatro Estudio y luego, de su relación con los directores.
—Mi experiencia en Teatro Estudio tiene que ver con mi ubicación después de mi graduación. Trabajé fundamentalmente con Armando Suárez del Villar, que ya antes me había dado clases en el ISA y la experiencia fue buena en el sentido de que pude tropezar con una persona como Vicente Revuelta. Fue muy enriquecedor, lo que me ocurre es que yo prefiero la cámara siempre frente a mí. Me hace bien, la siento mi compañera, mi aliada.
“Admiro y respeto mucho a la gente que hace teatro, creo que es una de las labores más abnegadas dentro del arte y quiero distinguir a los que hacen teatro para niños. Todo lo que se hace para los niños es muy loable, habla muy bien de la actitud del artista, el tipo de creador que se trata y es un área de mi especialidad que yo respeto mucho.
“En el caso de los directores, hay algunos que no solo te ayudan a entender sino que también te ayudan a dimensionar de una manera las cosas que te resulta interesante, seductora y ahí es donde reside la importancia de su trabajo.
“Estoy convencido de que un gran director no es el que te mueve, es el que te conmueve y no todos lo logran, incluso no todos lo logran siempre.
“Octavio Cortázar fue importantísimo para mí, también Jesús Cabrera y Eduardo Moya fue una escuela en Algo más que soñar, uno de mis trabajos que te puedo significar como muy importante. Me dotó de una forma de análisis del personaje que preservo hasta hoy.”
—¿Se atrevería a dirigir?
—Siempre quise ser director, he incursionado en algunas cosas, sobre todo en los años 80 con Rudy Mora. Después me di cuenta que tenía una gran demanda como actor y eso me fue enamorando de la actuación. La dirección es algo que tengo pendiente, algo que va conmigo desde niño. Ahora le estoy dirigiendo un documental a mis padres, un homenaje al matrimonio.
—Y para terminar, una pregunta que siempre suelo hacer ¿se ve con muchos más años actuando?
—Sí, si llevo tantos años en esto es precisamente porque sigo experimentando un disfrute. Todo lo que he recibido como actor, ese preciado legado de un método, la vida me ha demostrado que es factible.












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Wilfredo y Clarita dijo:
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15 de octubre de 2015
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francisco dijo:
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15 de octubre de 2015
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Julio Cabello dijo:
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Carlos Alberto. dijo:
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27 de octubre de 2015
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Ana dijo:
13
27 de octubre de 2015
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