
Hay que tener mucho cuidado a la hora de enfrentarse sin previo aviso a la obra del suizo Dieter Moebius. La música de este pionero de la electrónica y uno de los máximos exponentes del movimiento conocido como krautrock, quien murió esta semana a los 71 años, puede poner a girar la cabeza en mil direcciones diferentes a cualquier oyente desprevenido y provocarle la misma de sensación de desconcierto que hace presa de quien se encuentra dando tumbos en la periferia de una ciudad desconocida y no encuentra el camino de regreso a casa.
Lo cierto es que Moebius, que integró bandas como Kluster y Harmonia, abrió el cerebro de no pocos seguidores de las tendencias auténticamente vanguardistas en la música para arrojarles una maraña de sonido procedentes de una mente iluminada donde las haya y extraídos del mismo núcleo de un movimiento que tuvo en este personaje a un visionario que, a pesar de la indudable evolución de la electrónica, el rock y las diferentes variantes del jazz y el blues, nos entregó una obra rabiosamente contemporánea a partir entre otros de la asimilación de estos estilos con una renovada concepción experimental.
Como signo evidente de ello aparecen dos memorables discos bajo nombre de Zuckerzeit (1974) y Sowiesoso(1976) con los que se instaló cómodamente a la vanguardia del llamado krautrock, un movimiento surgido en la Alemania de la postguerra que en principio bebió de las rupturas sonoras patentadas por bandas inglesas como Pink Floyd y estadounidenses como Grateful Dead, para luego estampar su propio sello en la música, un sello que rompió en mil pedazos los moldes más establecidos del rock que buscaba escalar hacia el mainstream, el concepto de canción tal como se entendía en aquel momento, hizo trizas las líneas melódicas al uso y por supuesto pagó el precio por la herejía.
Inspirado particularmente en el compositor Karlheinz Stockhausen, el legado del krautrock, bajo cuya esplendor nacieron canciones que podían durar lo mismo 30 minutos que 4 segundos, ha sido condenado en cierta medida a las sombras y aún no se le otorgan todos los créditos que merece como un movimiento rabiosamente vanguardista que también hizo suya la música concreta, los ritmos africanos y orientales y los experimentos más estimables de la electrónica, para crear auténticas obras de arte que parecen nacer del recorrido de sus autores por el lado más salvaje e inhóspito de las ciudades alemanas , donde los jóvenes tomaban como referente los principios de esta contracultura que años más tarde serviría de bandera para el punk.
De ahí nació precisamente Dieter Moebius, que fundó en 1969 la mítica banda Kluster en una escena liderada por los populares Can, banda esencial para comprender el krautrock en toda regla, aunque, en mi opinión, toda la gloria recae finalmente sobre los hombros de los insuperables Faust.
Moebius también armó Harmonia junto a uno de sus compañeros de Kluster, Hans-JoachimRoedeliu. Para llevar adelante este nuevo laboratorio convocaron a Michael Rother de Neu!, otro de los pesos pesados del krautrock. Con Harmonia Moebius puso en órbita clásicos como Musik Von Harmonia y Deluxe y llamó la atención de otro genio, Brian Eno, con quien dio forma a diversos proyectos en conjunto. La colaboración de Moebius con el llamado padre del ambiente también se registra en los discos Cluster&Eno y AftertheHeat, un trabajo que marcaría a Eno para siempre.
En solitario desarrolló una vasta carrera que se movió por diferentes registros a la vez, grabó la banda sonora de varios filmes y experimentó con sonidos de aquí y allá sin perder su rasgo distintivo. Más tarde volvió sobre los pasos del krautrock, un movimiento con cuya sola mención deberían morir de vergüenza aquellos que hoy buscan pasar gato por liebre con una música cuya etiqueta de experimental solo funciona para venderla a un público con supuestas pretensiones intelectuales. Sobra decir entonces que nos debemos asomar a fondo a la escena alemana del krautrock y al legado de Dieter Moebius para traer al presente esos testimonios sonoros que rompieron todos los moldes y quedaron para siempre en la primera línea de las vanguardias musicales del siglo XX.












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