ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Tomada de LaNación.com

El mundo literario amaneció ayer con dos tristes noticias: la muerte de Eduardo Galeano, a los 74 años, y Günter Grass, a los 87 años. Ambos au­tores, escritores agudos, comprometidos con la li­teratura y la vida política y social de su tiempo, fallecieron —con pocas horas de diferencia— en Mon­tevideo y Lübeck (Alemania), respectivamente.

En 1959, el escritor alemán alcanzó fama mun­dial con la publicación de El tambor de ho­jalata, un relato épico sobre el nazismo. La novela, en la que se narra la vida del niño-hombre Oskar Mat­zerath, recibió tantos elogios como críticas, y está considerada uno de los clásicos de la literatura.

Cuarenta años después, en 1999, Grass recibió los dos más prestigiosos galardones del ámbito literario mundial, el Nobel y el Príncipe de As­tu­rias de las Letras.

Fue el más importante escritor en lengua alemana de la posguerra y un referente político en su país. Innovador literario por su estilo realista má­gico, descolló como la voz de una generación de alemanes que alcanzaron la mayoría de edad en la Segunda Guerra Mundial.

Oriundo de la ciudad polaca de Gdansk, de­sató la polémica cuando en el 2006 confesó en una autobiografía que siendo adolescente integró las Waffen-SS, una tropa especial nazi. Aun así, fue un intelectual de izquierda, participante activo del debate político alemán, y habló siempre sin tapujos sobre la reunificación y la superación del pasado.

En el 2012 retornó al centro del debate al considerar a Israel “un peligro para la paz mundial” en su poema Lo que hay que decir, por el que lo acusaron de antisemita. En ese texto, el escritor aseguraba que estaba escribiendo con su “última tinta”.

Dejó de escribir novelas el año pasado, sin em­bargo usaba plataformas públicas para difun­dir sus opiniones sobre temas como la energía nu­­clear.

Junto a El tambor de hojalata, destacan en su producción literaria Pelando la cebolla (2006), su polémico libro de memorias; A paso de can­grejo (2002), Mi siglo (1999), Es cuento lar­go (1995), Encuentro en Telga, El rodaballo (1977), Años de perro (1963) o El gato y el ratón (1961).

Su obra, además, abarcó diversos ámbitos de la creación, desde la escritura hasta la composición de ballet, la escultura y el dibujo.

En una de las entrevistas que una vez concedió afirmaba que, a lo largo de los años, se daba cuenta del proceso de envejecimiento, “de que hay cierta fatiga de los materiales del cuerpo y (…) adquiero la conciencia de que todo es finito”.

Ahora sabemos que, a diferencia de la conciencia, el legado de su obra es infinito.

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donsimon dijo:

1

14 de abril de 2015

00:18:45


En su obra maestra El tambor de hojalata, Gunter Grass nos habla de aquello que era practicamente un taboo en la sociedad alemana por muchas decadas.Hablar de la participacion del pueblo aleman en todas los excesos politicos y sociales que cometieron los nazis. Este libro fue una durisima critica, y al mismo tiempo un llamado al deber del pueblo aleman de asumir su responsabilidad ante la historia y la humanidad. Por mucho tiempo se pretendio ignorar este hecho trancendental, el de que no fueron solamente el partido nazi y sus lideres quienes llevaron a cabo la persecucion de miles de inocentes judios, El horroroso y abominable holocausto, y una conflagracion continenta que costo mas de sesenta millones de vidas en toda Europa. Gran intelectual Gunter, seras extranado para siempre.

Sahira dijo:

2

14 de abril de 2015

12:59:55


Debemos recordarlo también por su aporte a favor de la causa de los 5

Günter Belchaus dijo:

3

14 de abril de 2015

14:13:40


En el artículo falta una cosita que me parece ser interesante: es de mencionar que Günter Grass fue también activo integrante de la red de solidaridad con los Cinco Héroes Cubanas. En particular pertenecía al grupo de los 10 Premios Nobel quienes pidieron del Presidente Obama, Premio Nobel de la Paz, la pronta liberación de los Cinco. Por lo demás conocía a La Habana. Me acuerdo de que hace años que el presidente de la Cátedra Humboldt Iván Munoz me presentaba el libro de visitantes donde se encontaban unas líneas de la mano de Grass.