ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

De que se pueden desbrozar ca­minos inéditos para el auditorio y a la vez ejercer sobre este un poder de seducción, lo prueba la intervención del flautista italiano Tommaso Ben­ciolini y el pianista Adriano Ambro­sini en el XXVII Festival de La Haba­na de música contemporánea, de la Uneac.

Días antes de su presentación es­te último sábado en la Basílica Me­nor de San Francisco, ambos concertistas había participado en otro evento de la Uneac, organizado por el Comité Provincial de Guan­tá­na­mo, la IV Temporada de Otoño, que tuvo lugar en la sala Antonia Luisa Cabal.

Considerado como uno de los mejores intérpretes de la música italiana del siglo XX, Ambrosini se de­sempeña en el conservatorio de Ve­rona, donde su joven compañero Ben­ciolini también ejerce la docencia. Este último, con apenas 23 años de edad, clasifica como un talento excepcional en su instrumento, cualidad resaltada por la Sociedad de Au­tores y Editores de Italia al concederle su Premio Especial.

Ambos abordaron en La Haba­na un exigente repertorio para flauta y piano, que ilustra algunas de la tendencias predominantes en la vanguardia europea del siglo pasado: la Sonatina, obra de juventud del alemán Hans Werner Henze; El mirlo negro y Sonatine, de los franceses Oliver Messiaen y Henri Du­tilleux, respectivamente; y Roman­cetta, del italiano Goffredo Petra­ssi. Y ante la respuesta entusiasta del público, en­tregaron Los sonidos de la selva, de Sofia Gubaidulina (1931), una compositora tártara que debíamos escuchar y conocer mu­cho mejor.

La apertura del programa saba­tino estuvo a cargo de otro excelen­te dúo de cámara, Promúsica (Alfre­do Muñoz, violín; María Victoria del Collado, piano), intérprete de una selección del ciclo Prokofianas, una de las más recientes y singulares obras del pródigo Juan Piñera; mien­tras en el cierre el coro Ent­revo­ces, bajo la dirección de la maestra Digna Guerra, desplegó su consistente perfil vocal en un recorrido que transitó desde piezas sacras del lituano Vitau­tas Miskinis y el francés Francis Poulenc hasta las sor­pren­dentes in­cursiones polifónicas de Leo Brou­wer.

En el medio, otra visitante, la fa­go­tista norteamericana Janet Harris, de los Lakeside Chamber Players, se unió a la oboísta Claudia Toledo y la clarinetista Dianis Catá en un trío de su compatriota Luke Pfeil.

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