
La Biblioteca Nacional de Argentina participará en la primera edición del Festival Patria Grande, que se celebrará en Cuba del 14 al 18 de noviembre, con la exposición Spinetta, los libros de la buena memoria, un homenaje al célebre rockero argentino Luis Alberto Spinetta.
La muestra, comprende toda la discografía de Spinetta, indumentarias, libros de su biblioteca personal, dibujos, materiales audiovisuales y fotográficos, catálogos, lápices, según señaló el intelectual argentino Horacio González, director de la BNA, en entrevista con Granma por correo electrónico.
—Puede parecer extraño que una Biblioteca Nacional promueva un homenaje a un músico de rock…
—Las funciones de una Biblioteca Nacional son las referidas al libro, su catalogación y preservación, además de la promoción de su lectura. Pero una Biblioteca Nacional debe ser también una institución que interrogue la cultura de su país, sus legados y su horizonte de contemporaneidad, lo cual incluye todas las manifestaciones artísticas, clásicas, modernas, juveniles, y en la más amplia pluralidad de estilos. En ese sentido, la poética de Luis Alberto Spinetta, profundamente invencional y emparentada con una veta significativa del surrealismo, tiene especial cabida en una Biblioteca Nacional. Los “spinetteanos” argentinos son una vasta cofradía que se constituye alrededor de un rock avanzado e imaginativo, y una letra de alto poder alegórico.
—Se comenta que en Argentina la promoción del rock es casi política de estado. ¿Comparte esa opinión?
—Los flujos que componen la fuerte alianza entre poéticas significativas y músicas del más inspirado rock latinoamericano no pueden ser “políticas de Estado” en sentido estricto, pero sí el Estado debe tener oídos diestros para escuchar y sensibilidades artísticas competentes para acompañar con su auxilio a quienes lo reclamen para los que sean portadores del don magnífico de la creación artística.
—¿Cómo ha influido en la cultura argentina el gobierno de Cristina Kirchner?
—Nunca hubo tantas discusiones sobre la esfera cultural como en este periodo. El país está en estado de asamblea cultural, atravesado por cuestiones decisivas de orden político y económico. Ningún aspecto hay de la cultura, el arte, la vida intelectual y la política, que no esté sujeto a consideración de variados y opuestos puntos de vista.
—En América Latina se debate mucho acerca de la necesidad de promover la lectura sobre todo entre los jóvenes y para ello se han creado diferentes estrategias. ¿Qué opina de las prácticas literarias entre ese sector del público latinoamericano?
—Es una disputa permanente con los grandes medios de comunicación y las grandes casas editoriales, cuyos gerentes dicen saber los gustos del lector adulto o juvenil. Sin ignorar que buenas obras hay en todos lados y la cuestión comunicacional es cada vez más compleja en el mundo, una Biblioteca Nacional debe estar atenta a mantener viva la llama de la lectura de los grandes clásicos, explorando cuáles son las vías de entrada del lector a los patrimonios escritos de la humanidad, vías que son múltiples y contradictorias, y no siempre obedecen al trazado de una perezosa divulgación. La escuela cumple un papel fundamental, pero el encuentro maravilloso del lector con un libro siempre es intransferible, si además no está regido por operaciones de mercado.












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