CAMAGÜEY.—Lo que para algunos se daba por sentado, transcurridas apenas las primeras jornadas es ya una agradable realidad: en su decimoquinta edición, el Festival Nacional de Teatro de Camagüey conserva, por su organización y calidad escénica, la esencia de los propósitos que le dieron vida hace treinta años.
Una apertura de lujo, con el estreno de El millonario y la maleta, a cargo de la agrupación local Teatro del Viento, dio las primeras señas de que en los dos años de ingentes preparativos no se perdió el azimut de estricto rigor artístico en la selección de las mejores producciones de las tablas cubanas.
A lleno total, la decena de espacios consagrados a la exhibición de las obras fueron testigos este fin de semana del respaldo y avidez de un público entendido.
Así ocurrió al reencontrarse en el coliseo mayor de la ciudad con Delirio Habanero, de Alberto Pedro, presentada por Teatro de la Luna. Del propio autor, la actriz Monse Duany desplegó todo su talento en el unipersonal Las lágrimas no hacen ruido al caer.
A festejar su primer cuarto de siglo vino también el Estudio Teatral de Santa Clara, compañía que presentó la pieza Cuba y la noche. Igualmente desde Remedios, en Villa Clara, llegó el Guiñol Rabindranath Tagore que se presentó con El gato simple en la misma tierra donde hace ya varias décadas probó suerte con su primera obra profesional.
Y, por si fuera poco, Teatro Andante, de la provincia de Granma, supo deleitar con su arte a grandes y chicos en plena Plaza del Gallo, quienes juntos compartieron en el espectáculo ¡Ay, Margarita!
Al punto de encuentro más importante de los teatristas de la Isla asisten, esta vez, profesionales de las tablas de once provincias del país y el municipio especial Isla de la Juventud.
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