
Silvio Alejandro lleva la marca del barrio como un tatuaje. “Yo nací como trovador en los bajos de mi edificio en Nuevo Vedado. Ahí había algunos amigos que tocaban guitarra y aquello me atrajo. Cuando tuve la guitarra vestida con un par de acordes sentí la necesidad de hacer algo más”. De la fascinación por la guitarra pasó a un compromiso más profundo con el espíritu de esas calles que de pronto ocupaban el centro de su obra. Desde entonces no ha dejado de “despabilar historias dormidas”, como refiere en uno de sus temas. Ha cantado, como buen cronista de su tiempo, a sucesos que están grabados en los recuerdos, con un interés muy personal de poetizar la verdad y las experiencias de su generación.
Por estos días apenas tiene tiempo para dedicarse a la creación. Han pasado seis años desde que apostó por fundar un espacio donde confluyeran trovadores y seguidores de un género apenas visible en el panorama cultural cubano. Es el sexto aniversario de la peña Tres Tazas y el artista puso toda la carne en el asador para reunir en el festejo a una gran cantidad de músicos, teatristas y fotógrafos, que dieron el “sí” sencillamente por amor al arte. Y eso, en la Cuba de estos tiempos, se agradece.
“Tres tazas fue diseñado como un espacio gratuito que aconteciera cada viernes en el Pabellón Cuba para mostrar la obra de todos los trovadores cubanos. Lo hemos llevado hacia adelante gracias a la ayuda de muchos amigos que confiaron en este proyecto desde el inicio. Pienso que es muy saludable para la cultura cubana que existan lugares como este donde los universitarios y la familia cubana no tengan que pagar el alto costo de una entrada que les haga un hueco en el bolsillo”.
También asegura que la trova puede insertarse en otros espacios y atraer al público aun cuando algunos siguen pensando que es un género de minorías. “Sería muy bueno que los gerentes de los clubes inviten a los trovadores y que estos puedan cobrar por su trabajo, pues en ocasiones parece que las personas que dirigen estos establecimientos no tienen una vocación de servicio a la cultura y solo les importa llamar a artistas que les garanticen muchas ventas de entrada y de consumo. Por lo que respecta a nosotros esperamos seguir durante muchos años con este espacio que permite, como dijo Alexis Díaz Pimienta, que la canción vaya bajando por 23”.
Autor de discos como Quedado en La Habana, Multitudes en la silla, y La verdad no está mal, Silvio Alejandro confiesa que nunca podrá olvidar sus inicios como trovador en los duros 90. En su caso, trataba de gestionar espacios para mostrar las primeras canciones que escribía bajo la luz intermitente de una vela, en medio de los consabidos apagones.
“Esa fue una época terrible y hermosa. A pesar de nuestra juventud no éramos ajenos a las dificultades que nos marcaron como generación. Absorbíamos toda esa realidad y la convertíamos en canciones que, al fin y al cabo, fueron un mapa musical de nosotros mismos. Tengo un poco de nostalgia por todo lo que hicimos en aquel tiempo y, afortunadamente, conservo a muchos de los amigos trovadores de aquel momento. Hoy seguimos trabajando con la misma honestidad”.
Silvio pertenece a una generación de trovadores que no ha estado exenta de los procesos migratorios acontecidos en la sociedad cubana. “Me acostumbré a ver cómo muchos trovadores decidían probar suerte en otros países. Algunos lograban volver con el tiempo; otros no. La emigración de trovadores cubanos ha sido un fenómeno recurrente. La gran mayoría no ha encontrado un sendero, quizás tampoco lo tenían aquí. Solo algunos lograron sus sueños básicos. Emigrar es demasiado desgarrador para convertirlo en una verdad. Es bueno tener el sueño y la ilusión de que puedes moverte e ir a vivir por un tiempo a otro lugar. Creo que ha sido buena la idea de que los trovadores puedan regresar y muchos lo están haciendo con la maleta llena de buenas canciones. El mundo de la música es muy duro y solo se vence si logras posicionarte. Por ejemplo yo realicé en el 2005 una gira por Colombia, Perú, Bolivia. Fue un viaje maravilloso y tremendo. Conocí América del Sur y sus tradiciones. Pero la felicidad que tuve cuando regresé a Cuba fue incomparable. De todos modos, elegir donde uno quiera vivir no disminuye en nada tu talento, tus ideales y tu capacidad”.
Silvio Alejandro sabe que no es sencillo ser un trovador en La Habana; de todos modos, asevera que la canción puede aportar mucho a la educación espiritual de los cubanos. “Nosotros tenemos la urgencia de seguir haciendo canciones en la Cuba de hoy que te puedan remover por dentro y señalar el mejor camino a tomar. Los temas de los trovadores cubanos tienen un gancho que va más profundo pues cuentan a través de sus letras la historia de Cuba, por compleja que sea”.
Uno nunca puede desprenderse del barrio, ahí radica el verdadero palpitar, los latidos de nuestra gente, de nuestras canciones y de uno mismo, asegura Silvio mientras se dispone a marcharse por las mismas calles de Nuevo Vedado que lo vieron nacer como trovador hace ya 20 largos años.










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