
NÁPOLES.— No nació en Cuba, pero la lleva por dentro de tal manera que dudo que en Nápoles haya otra persona más cercana a los avatares y esperanzas de los habitantes del archipiélago antillano.
Para Alessandra Riccio, Cuba vale la pena. Lo ha dicho explícitamente en la nota introductoria de su libro Raconttidi Cuba (Ediciones Iacobelli), de reciente aparición, y lo explica a partir de “la resistencia de un pueblo (…) que ofrece hoy al mundo el testimonio de una sociedad contracorriente, que conserva y defiende una serie de principios en aras de conseguir una relación más justa y solidaria entre los seres humanos y entre los estados”, cualidad que, según ella, también “invade y domina la esfera privada, los sentimientos, los afectos y la individualidad”.
Estos Relatos de Cuba no nacieron de entusiasmos repentinos ni persiguen transmitir una imagen apologética. Miradas íntimas, momentos desgarradores, conflictivas conductas, destinos contradictorios matizan este conjunto de crónicas donde Alessandra comparte su experiencia cubana, desde la primera estancia en La Habana a fines de los 70; el prolongado e intenso ejercicio años después de la corresponsalía del diario L’ Unitá, desde donde asistió a la desaparición de la Unión Soviética, el derrumbe del campo socialista europeo, la fragmentación del movimiento comunista italiano y la entrada de Cuba en el llamado periodo especial, hasta vivencias más recientes de sus frecuentes contactos con la realidad insular.
La Riccio retrata a vecinos y amigos, refleja el ambiente del barrio y trata de explicarse a sí misma la dialéctica entre circunstancia y contexto histórico. Ofrece estampas vívidas de personalidades de la cultura como Eusebio Leal, Tomás Gutiérrez Alea, Roberto Fernández Retamar y Dulce María Loynaz. Nos aproxima a compatriotas suyos que compartieron el destino cubano, entre ellos Giustino di Celmo, padre del joven italiano víctima del terrorismo.
Pero también se detiene en otras personas ganadas por el odio, la simulación y el oportunismo, desde la joven aprendiz de escritora que le pidió desesperadamente la firma de un manifiesto en favor de la guerrilla salvadoreña y terminó vendiéndose como disidente en el mercado, hasta la fallida comedia del falso poeta, falso paralítico y falso defensor de los derechos humanos contada nada menos que por un diplomático francés testigo de los acontecimientos.
Con este libro Alessandra abre un espacio inédito en su trayectoria intelectual. Por su labor académica y su producción ensayística se le reconoce como una de las más rigurosas y lúcidas estudiosas de los procesos y figuras de la literatura latinoamericana contemporánea, entre las cuales pesan Julio Cortázar, José Lezama Lima y Alejo Carpentier.
Desde el jardín de su terraza —regado por Miguel Barnet, quien cumple un rito amistoso mientras Alessandra celebra la distinción recibida por el poeta pocas horas antes en Roma, la Medalla de Plata de la Comuna— se divisa la majestad del Golfo de Nápoles. Sin embargo, en el fondo de sus ojos puede advertirse la chispa singular de un descubrimiento: en las límpidas aguas mediterráneas que contempla está también la imagen de Cuba.
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ginestri dijo:
1
22 de mayo de 2014
13:09:16
Ulises Mora dijo:
2
22 de mayo de 2014
19:23:59
carinacubana dijo:
3
22 de mayo de 2014
19:41:07
Tio Gigi de 5.ta Avenida dijo:
4
6 de junio de 2014
14:13:02
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