
De El Principito, insigne novela del escritor y piloto francés Antoine de Saint Exupery, casi todos pueden hablar, a juzgar por las instrucciones bien hondas que nos deja la lectura de esta historia de amor que enseña a quien la lee, que lo esencial es invisible a los ojos.
Publicada por primera vez en Nueva York, hace por estos días 71 años, la obra sigue inspirando a enamorados, lectores y creadores que encuentran en estas intensas páginas revelaciones de la felicidad humana, que pudiendo ser tan simple, muchos se empeñan en complicar, encontrando el placer en vicios como la avaricia, el egoísmo, la vanidad y la prepotencia, magistralmente reseñados por Exupery.
El documental de 13 minutos El Principito, un mito salvadoreño, del periodista y realizador cubano Miguel Fernández, es una muestra de esa musa a que nos mueve la obra en cuestión. Integrante del equipo de la agencia Prensa Latina, Fernández nos muestra en el audiovisual, presentado por estos días en la Biblioteca Nacional José Martí, la tesis de los vínculos existentes entre la novela y El Salvador.
“Muchos insisten en que El Principito fue concebido en Francia, otros que fue inspirado en el desierto del Sahara —explica—, incluso hay quienes aseguran que se desarrolla en Guatemala o en Argentina. Pero el investigador japonés Yukitaka Hirao en su libro Guía de los Tres Países de Centroamérica, sostiene que la historia de El Principito nació en El Salvador, un espacio geográfico lleno de analogías con el asteroide B-612”.
La pequeña área del asteroide B-612 y los tres volcanes —dos apagados y uno encendido— que aparecen en el libro, son puntos de contacto entre la obra y El Salvador, tierra natal de Consuelo Suncín, esposa del autor de la novela.
Natural de Armenia —poblado rodeado por los volcanes Izalco, Santa Ana y Cerro Verde— Suncín es, según múltiples defensores salvadoreños de la hipótesis sostenida por Hirao, inspiración de la obra y referente de la rosa con quien dialoga el pequeño Príncipe en su visita a la Tierra.
“Si usted ve, en Francia no hay volcanes, entonces, ¿quién le pudo hablar de esas montañas de fuego a Saint de Exupéry, sino su esposa?”, comenta en el material Abigaíl Suncín, sobrina-nieta de Consuelo.
Mito o realidad, el audiovisual trae de vuelta al Principito, tan oportuno en estos tiempos en que muchos ignoran “la dulzura de una puesta de sol” o no creen en la magia de que seamos “domesticados” por amor para crear ligaduras.
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Carmita Ibáñez dijo:
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9 de abril de 2014
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Julio Smith dijo:
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Espiritu Carlos dijo:
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11 de abril de 2014
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Abigaíl Suncín dijo:
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16 de febrero de 2015
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