
Entre los persistentes tambores de Laritza Bacallao y la propensión festiva de Marc Anthony para “vivir la vida” con risas y sin llantos, una pieza interpretada por un sonero cubano se ha adueñado del espíritu bailable de los primeros meses del año: Que me quiten lo bailao.
La voz de Wil Campa, junto a su banda La Gran Unión, le han dado vida a este tema de la autoría de Osmani Espinosa, un compositor que se ha revelado en los últimos años por su capacidad para apoderarse de fórmulas de fácil discernimiento en la órbita del pop, pero que cuando afina la puntería, como lo ha hecho con Qva Libre, logra transitar de lo meramente pegadizo a la fibra popular más auténtica.
“A la selección del repertorio le prestamos mucha atención—comentó Campa a Granma. Tiene que encajar en nuestro estilo y al mismo tiempo, satisfacer las necesidades del público que va a las plazas bailables, un público cada vez más influido por la fusión de aires caribeños”.
—¿Renuncia a los valores tradicionales del son?
—Nada de eso. El son es nuestra bandera y siempre va a salir cualquiera que sea la opción de nuestro repertorio. Pero hay que fijar la mirada en la manera en que bailan los jóvenes, no necesariamente en pareja, y poner oído a la evolución de los ritmos latinos. La cuestión no es pegar por pegar, sino lograr que músicos y bailadores se reconozcan.
“En la proyección de la orquesta, la imagen ocupa un plano destacado. La música cada vez está más asociada a lo visual. De ahí que insistamos en procurar video clips que sean capaces de transmitir la esencia de nuestro sonido.
“Pienso también que con Que me quiten lo bailao debemos valorar la experiencia de las nuevas audiencias que acceden a la música por las nuevas tecnologías. La difusión de este número por Facebook y YouTube prueba las posibilidades que se abren al mercado de la música cubana desde las redes sociales”.
—¿Música para vender?
—Yo prefiero decir que hacemos música fresca para gozar.












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