Matanzas.— Como un merecido homenaje a los logros de insignes creadores del territorio, algunos de vivencia no tan reciente, es calificado aquí el libro Manos a la obra. Testimonios de artesanos matanceros, del editor y narrador Norge Céspedes.
En el volumen fueron incluidos veintiún artistas, a quienes el autor, valiéndose de su sagacidad periodístico, se acerca a través del testimonio y el discurso autobiográfico con la entrevista, y en otros se auxilia simplemente del diálogo, en todos los casos con el propósito de conseguir la mayor cantidad de datos posibles.
Comenta la profesora y crítica de arte Yamila Gordillo Rodríguez que Norge se ampara en su condición de editor y redactor del boletín informativo El Artesano (que desde el 2005 publica la filial provincial de la ACAA), donde ha documentado el desempeño de figuras con obras significativas en la artesanía local.
En el libro, que dio a conocer Ediciones Matanzas y cuenta con el coauspicio de la filial provincial de la ACAA, se aborda el quehacer de creadores que desde diversas modalidades, con disímiles materiales (barro, madera, textiles, metales, fibras naturales, recursos marinos, entre otros) y perspectivas estéticas.
Traen estas páginas las voces de generaciones fundadoras como Luis Orihuela, Agustín Drake, Homero Hernández, Pipa Calderón, Juan Manuel Vázquez, Leonor Jorge Vergara, Sergio Roque, Emilio Mora y Mercedes Vázquez, así como las de artistas que han marcado pautas en las décadas más recientes como Manuel Hernández, Zenén Calero, Osmany Betancourt, Troadio Rivero, Julio Zamora, Osvaldo Prieto, Maya Sierra, entre otros.
Su obra, significa Yamila Gordillo Rodríguez, ofrece también parte del proceder histórico de la artesanía en Matanzas, que en el siglo XVIII registra la existencia de trabajos artesanales, básicamente tallas en madera que se centran en la recreación de temas sacros y en la reproducción de crucifijos e íconos religiosos, dada la extendida usanza y posesión de estos objetos por parte de instituciones religiosas personas de cualquier nivel adquisitivo.
Precisa la prologuista del volumen que no fue sin embargo hasta el XIX cuando la ciudad yumurina alcanza su mayor florecimiento y con él brota un gusto refinado en las clases adineradas y por consiguiente cobra auge la orfebrería mediante el encargo de joyas, collares, anillos, alfileres, pasadores, broches, corales, abrecartas, crucifijos y otras piezas elaboradas en gemas y metales preciosos.
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