Guantánamo.–Cuando María Clara dice que el azúcar de estos tiempos le amarga, quien la escucha entiende sus argumentos. Y se da cuenta de que es precisamente en el monedero donde siente ella los sinsabores de esa «amargura».
Amargura que en días recientes le hizo botar unos albedos de naranjas, listos para hacerlos dulce. Cuenta que los había preparado después de que un vendedor furtivo le prometiera «ayuda» con cinco libras de azúcar.
Que iba a pagarlas caras lo tuvo claro desde el principio; mas no imaginó al sujeto frente a su apartamento, advirtiéndole que «la cosa se ha puesto mala», y que por eso tenía que cobrarle a 500 pesos la libra del endulzante. «Se las traje porque sé que a usted le hace falta, pura», agregó el hombre, en singular gesto de «humanidad».
«Pues llévatela», ripostó la mujer. Entonces el «buenagente» le dio la espalda mientras anticipaba que el producto encontraría comprador en la cuadra siguiente, y que otros 2 500 pesos le inflarían el vientre a su billetera allí mismo.
«¡Avemaría! –ripostó María–, que el Señor se compadezca de ti. Y sin darle más vueltas al asunto tiré las lascas en el recipiente de los residuos. Todavía hiervo de impotencia cuando me acuerdo», admite la pedagoga, en proceso ya de jubilación.
La vivencia de esta guantanamera, y lógicamente, la importencia que puede generar en cualquiera con sangre en las venas, nos habla de la urgencia de cumplir los compromisos previstos para la zafra, a punto de comenzar en el Argeo Martínez, único ingenio azucarero destinado a moler en Guantánamo.
LA INDUSTRIA POR DENTRO
Una carga indefinible, dulzona, envuelve al batey. El sonido llega monótono, tenue, con irreal apariencia de lejanía, y el aire va y viene sin la pureza del receso industrial que el calendario reparador ha dejado atrás.
Pero es en su interior donde el Argeo Martínez enseña su ambiente característico de las horas que anteceden al inicio de la molienda. El ajetreo es permanente, total.
Cerca del basculador, en lo alto, una pistola de soldar relampaguea. Abajo, más al interior, se verifica otra vez el ajuste definitivo de un engranaje. Huele a grasa. Hombres y maquinarias imponen por doquier su lenguaje inquieto y repetitivo.
El momento del «listo» está ahí mismo, a escasas horas, el del pitazo de arrancada también, pegadito, después de un camino tortuoso de reparaciones en plena ventolera del bloqueo de EE. UU., con las mil y una carencias que tal cerco genera, sin contar el dilema energético ni las veleidades que han exprimido la voluntad y el ingenio obrero para salir adelante.
Una década sin poder honrar sus metas productivas llevan los azucareros del Argeo Martínez. Y eso explica su empeño diario en los detalles finales de los preparativos para esta zafra. «El juramento es cumplir, sacarnos esa espinita», matiza Carlos Olivares Milá, quien se muestra muy optimista, de cara a la dura contienda.
Asumiendo que las reparaciones previas en zafras recientes al final no mejoraron los resultados, surge lógica la pregunta. ¿No será derroche de optimismo a ultranza en esta ocasión?
«No», replica con argumentos el ingeniero Olivares Milá, administrador del ingenio. Dice que la envergadura de las reparaciones en esta ocasión superan a las precedentes.
Los trabajos de montaje de un sistema presurizado en el área de calderas, por ejemplo –prosigue Carlos– aportarán beneficios significativos en la producción de vapor, algo que tampoco había ocurrido en zafras de años recientes.
A seis millones de pesos ascendió lo invertido para ese propósito, añade el Administrador del Argeo Martínez. Aclara que las calderas han recibido la mayor inversión de la industria para esta campaña, «pero valdrá la pena –sostiene–, porque le devuelve la capacidad de entrega de vapor al turbogenerador».
«El beneficio en generación de electricidad será sustancioso en un área que en zafras anteriores ha sido crítica, con frecuentes roturas e interrupciones –vaticina el entrevistado–. Se han corregido deficiencias tecnológicas, y están creadas condiciones de automatización que garantizan mayor eficiencia industrial y energética, a la vez que le aportan calidad al proceso fabril».
Mientras recorría diferentes posiciones en el central, tomado por un enjambre de obreros, inmersos cada uno en su actividad, Carlos Olivares Milán ofreció otros muchos detalles que, según él, hablan en cada caso de condiciones mejores para cumplir las metas.
OTRAS PREMISAS
Ya están alistados al menos 114 de los 140 kilómetros de caminos cañeros por los cuales la materia prima ha de transitar del cañaveral al basculador, afirmó por su parte Juan Carlos Martínez, quien dirige la agroindustrial empresa cañera del Argeo Martínez.
Ponderó también el alistamiento de los equipos que conforman la cadena de corte alza y tiro de la gramínea, entre ellos 38 camiones y una decena de combinadas.
Juan Carlos también ofreció detalles de las pruebas parciales realizadas en los diferentes eslabones del proceso fabril, de los subsiguientes reajustes, y del ensayo general y definitivo que esperaba su turno, al cierre de esta edición.
Organizados en 22 brigadas, 1 192 macheteros se disponen al corte manual, complemento del mecanizado. Entre todos, y en 61 días de contienda, deberán aportar cerca de 114 000 toneladas de caña (30 000 de ellas cortadas en cañaverales de Santiago de Cuba), a las que las máquinas del central, se calcula, les extraerán casi la mitad del azúcar que demanda el consumo de ese producto en Guantánamo.
A punto de escucharse está el silbatazo de la arrancada. La «espinita» de sucesivos incumplimientos sigue clavada en el orgullo azucarero del Guaso.
Al final veremos si logran sacársela. Para que el azúcar deje de amargar monederos en el Alto Oriente Cubano.

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Omar Medina Quintero dijo:
1
11 de enero de 2025
05:51:51
Reinaldo Santiesteban dijo:
2
11 de enero de 2025
06:59:13
Omar Medina Quintero dijo:
3
11 de enero de 2025
17:01:25
Pablo Machín Cárdenas dijo:
4
13 de enero de 2025
06:17:41
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